24. Limpio

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Mi vista esta clavada en la ventanilla, me entretengo mirando como los árboles pasan con velocidad. Un silencio invade el vehículo en el que viajamos, aunque no me parece nada incomodo. Carl y yo estamos sentados atrás, mientras Michonne conduce y Rick esta sentado a su lado, en el asiento del copiloto. Solo se dirigían la palabra para cuando había dudas respecto al camino. Me asomo entre los asientos al oír unos gritos no muy lejanos. Un hombre se encontraba a pocos metros, él tenía los brazos alzados, con la intención de ser visto por nosotros. Supongo.

—¡Para, para! ¡Te lo ruego!— al aumentar la velocidad, claramente a propósito, en menos de un segundo dejamos al desesperado hombre atrás— ¡Por favor!— volteo mi cuerpo y observo como cae al suelo de rodillas. Vuelvo mis ojos al exterior de la ventanilla, estaba segura de que ahora me sentiría mal, o al menos así seria normalmente; pero no fue así, no siento culpa por ignorarlo. Tampoco sé si eso es malo o bueno.

Miro a Michonne al percatarme de que el auto había frenado, al parecer nos habíamos atascado por el barro debajo de nosotros. Volteo hacia Carl, él la mira con notable odio. Con mi codo, golpeo levemente su brazo. Él gira levemente hacia mí, cambiando su expresión. Antes de que pueda decir algo, unos caminantes aparecen al rededor del auto, golpeando bruscamente los vidrios. Agradezco no haber abierto las ventanillas. Los observo seria, fijando mi vista en una pulsera que lleva una de ellas. "Vero", se lee en el grabado de aquella pulsera de metal. Bajo levemente mi vista para ver su rostro repleto de su propia sangre, consecuencia de una mordida en la cabeza.

—Tápense los oídos niños.— ordena Rick, dándonos una rápida mirada. Prosigo a obedecerlo, colocando mis manos sobre mis orejas. Baja apenas su ventanilla, lo suficiente para que asome su arma y le vuele la cabeza al caminante que se encontraba allí.


Caminamos sigilosamente, uno detrás del otro. Mi mirada se desilusiona al notar que no quedo nada, solo papeles en el suelo y cajas de balas vacías. Vinimos aquí principalmente por las variedades de armas que Rick había mencionado, al igual que balas, silenciadores, sonaba perfecto. Pero era demasiado bueno como para durar.

Grimes patea con furia una de las cajas, para luego despeinar sus cabellos con la ayuda de sus dedos, ahora si que no sabe que hacer.

—¿Hay otras estaciones de policía?— le cuestiona Michonne, observando la bala que tiene en manos.

—Yo era la policía aquí. Algunos otros y yo, no es un pueblo grande. Hay otros lugares que revisar— comenta luego de un suspiro— puede que no haya tantas armas como había aquí—

—Necesitamos todas las armas y municiones.— interrumpe la morena.

—Sí, así es, pero por ahora solo se me ocurre un par. Algunos negocios en la calle principal, bares, licorerías. Los dueños tenían armas tras el mostrador de las que no se sabia nada, pero yo sí, yo firme los permisos. Podrían seguir ahí. ¿Te molesta ese enfoque?— le pregunta a Michonne, luego de pensarlo unos segundos.

—No Rick, no me molesta— extiende su mano, entregándole la bala a Rick.


***


—¿Qué sucede?— pregunta Michonne, rozando inconscientemente la punta de sus dedos con el mango de su katana. Algo no andaba bien.

—No lo sé.— seguimos avanzando, a la par que nuestra desconfianza en el sitio se agranda. Habían estacas aferradas una junto a otra, colocadas en unas maderas. Lo que hay frente a nosotros parece ser un pequeño laberinto, donde si te descuidas terminaras con una de esas maderas incrustadas en alguna parte de tu cuerpo. 

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora