25. Esta triste vida

484 68 23
                                    


—Creo que le gusta.— Digo con una sonrisa. Ni bien llegamos a la prisión ayude a Carl a armar la cuna de Judith, no fue algo muy complicado, pero nos tomo bastante tiempo gracias a diversas distracciones. La pequeña ríe tiernamente sentada allí, jugando con la mantita en sus pequeñas y suaves manos.

—Todo le gusta, ¿La viste cuando juega con los vasos?— río.

—Es la mejor parte de que sea un bebe.— observo con ternura como comienza a cerrar sus grandes ojos.— Bueno, eso es todo. Iré a mi cuarto.— Hago comillas con los dedos ante la última palabra.

—Espera, quería darte algo.— Giro confundida, y vuelvo a acercarme a Grimes. Con mi entrecejo aún fruncido observo como saca algo de su bolsillo, al verlo en sus manos reconozco el objeto. Es la pulsera que tenía aquel caminante, con la abreviación de mi nombre grabada en la madera. Él la extiende con delicadeza y yo la tomo de igual forma, sorprendida.— Sé que no es muy agradable por que se lo saque a un muerto—

—No, es hermosa.— Interrumpo con una sonrisa, observándola detalladamente. Levanto mi vista hacia Carl, él se encuentra algo rojo.— Gracias.


—¿Necesitas que te ayude?— pregunto, mirándolo con algo de preocupación.

—No, gracias. Puedo hacerlo.— Contesta Carl con una pequeña sonrisa. Asiento ligeramente, devolviendo el gesto. El toma la última caja y se aleja. Debe esconder en el pabellón balas y alguna que otra pistola, nadie sabe que puede pasar. 

Observo desde mi lugar como se aleja, con la sonrisa aún plantada en mis labios.

—Hay, el amor adolescente.— Mi sonrisa desaparece al oír la irritante voz de Merle resonando por el lugar. Subo mi vista, él esta en las escaleras mirándome con una estúpida sonrisa. Lo ignoro y camino directamente a una de las bancas, sentándome en ella—. Es la mejor maldita etapa. Las hormonas, ambos tienen ganas de toquetearse —lo observo rápidamente, con el ceño fruncido. Nada ha pasado en Grimes y yo, por ahora— y no tienes que insistirle por dos horas o esperar a que se emborrache para pasar a la acción.— Un gesto de asco se apodera de mis facciones al oír sus repugnantes palabras. Las cuales estaban de más.

—Eres asqueroso.— Su sonrisa se borra, pero vuelve a aparecer con rapidez, irritándome.

—Es la vida real pequeña.— me acomodo en mi lugar y comienzo a hacer mi trabajo; cargar las armas con munición justa y suficiente. Aunque tenemos bastantes cajas de estas, hay que ser precavidos y cuidadosos—. Oye, ¿tenemos whisky?

—¿Estas con nosotros?— cuestiono luego de unos segundos de silencio, con la vista aún en lo que hago. Sus lentos pasos en los escalones resuenan por la habitación, ya que los estaba realizando con bastante fuerza. Puedo sentir sus ojos sobre mí.

—Claro.

—No estoy hablando de ocupar el mismo espacio —volteo, subiendo mis ojos en su dirección—. ¿Estas con nosotros? — vuelvo a preguntar.

—Estoy aquí por mi hermano.

—Bien, y él esta con nosotros. No es hora de un trago, es hora de elegir de que lado estas.— Suelta una pequeña risa.

—Creciste pequeña, ya no eres la misma niña asustadiza con la que me encontré en el campamento.

—No.— Niego evitando hacer contacto con Dixon, metiendo las balas en un pequeño bolso. Sé perfectamente la razón de mi repentino cambio.

—Bueno, parece que ya no le temes a nada.

—Así es.

—Maduraste tarde.— Dice, claramente refiriéndose a lo que le sucedió a mi madre. Cuelgo la mochila en uno de mis hombros, pero antes de avanzar miro una vez más al mayor de los Dixon.

—Al menos yo sí maduré— Camino hacia la cuna de Judith, tomándola con delicadeza para después retirarme de allí.


***


Tapo mi boca al liberar un largo y cansado bostezo. Lo único que hice en todo el día fue preparar el lugar como nos lo había ordenado Glenn. Claro que no me quejo de hacerlo, esta es mi casa y ellos son como mi familia, es una de mis más importantes necesidades proteger a cada uno de ellos, aunque normalmente es al revés debido a mi corta edad.
Rick se acerca a nosotros, Maggie y Glenn detrás suyo. Grimes nos había reunido aquí, diciendo que nos juntemos antes de que anochezca en las banquetas del patio. Lo observamos expectantes, esperando a que dijera algo al quedarse quieto en su lugar.

—Cuando me reuní con El Gobernador... me propuso un trato. Dijo... que nos dejaría en paz si le entregaba a Michonne. Y yo iba a hacerlo, para que estemos a salvo. Cambié de idea, pero ahora Merle se llevó a Michonne para cumplir con el trato y Daryl fue a detenerlo, y no se si ya es tarde —Dice, puedo notar que esta decepcionado de si mismo. Tuerzo mis labios con fuerza cuando la idea de que están en peligro llega a mi mente.

*—. Me equivoqué al no decírselos. Y lo siento. Lo que dije el año pasado, aquella primera noche después de la granja, no puede ser así. No puede. Lo que hacemos, lo que estamos dispuestos a hacer, quienes somos, no es mi decisión. No, no puedo. No pude sacrificar a uno de nosotros por el bien de la mayoría porque todos somos el bien de la mayoría. Somos la razón de porque aún estamos aquí, no yo. Esto es la vida o la muerte. Como vivimos, como morimos, no depende de mí. No soy El Gobernador. Todos elegimos irnos, todos elegimos quedarnos. Sigamos juntos, votemos. Podemos quedarnos y pelear, o podemos irnos.— Luego de mirarnos unos cortos segundos, se retira del lugar. Volteo cabizbaja hacia el resto, observando sus gestos pensativos.

Yo tenía más que claro mi voto. No me movería de aquí hasta ver un gran charco de sangre rodeando el cuerpo sin vida de aquel hombre...


DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora