14. Los mejores ángeles

744 87 20
                                    


—Dale era bastante irritante. A mí me irritaba, porque no tenía miedo de decir exactamente lo que pensaba, lo que sentía.— Comienza un discurso. Todos están frente a la tumba de Dale, continuando su llanto. El sol ya estaba sobre ellos, aunque era bastante temprano, pero ellos no quisieron esperar a nada, algunos se negaban a pegar un ojo.— No hay mucha gente tan sincera, ni tan valiente.— Verónica intenta secar su rostro con la manga de su campera, había llorado hasta el momento, sin soltar la mano de su madre.— Cada vez que tenía que tomar una decisión, miraba a Dale. Y él me miraba con esa mirada suya. A todos nos miró así en algún momento. No siempre lo entendía, pero él sí nos entendía a nosotros. Él veía la esencia de las personas. Sabía cosas de nosotros, la verdad, como somos realmente. Los últimos días decía que estábamos perdiendo nuestra humanidad, decía que ya no éramos un grupo. La mejor manera de honrarlo es unirnos, dejar de lado nuestras diferencias y avanzar. Dejar de sentir lastima por nosotros mismos, tomar el control de nuestras vidas, de nuestra seguridad, nuestro futuro. Demostremos que esto sigue siendo un grupo. De ahora en adelante, lo haremos a su manera. Así honraremos a Dale.


Los perdidos y agotados ojos de Verónica se encontraban clavados en el suelo. Ella está sentada sobre un pequeño pedazo de tronco, mientras el resto terminaba de empacar sus cosas. La familia Greene los invitó a todos a instalarse en su hogar, en vez de estar afuera. Es más que obvio que la decisión fue tomada luego de la tragedia de Dale.

 Diana le insistió a Verónica para que se quede allí, Daryl la ayudaría a llevar las cosas. Estaba muy agotada, ni siquiera se había molestado en buscar a Carl para al menos hablar con él.

—Cariño.— se sienta a un lado de su hija, con su pequeña mochila en las manos y un bolso colgado en su hombro.— No tuviste que haber visto eso.— Quita mechones de cabello de su rostro.— ¿Estás bien?

La última vez que hable con él sólo le pedí que me cubra, y luego le di la espalda.

Nadie sabía que le pasaría algo. Sólo pasó.— La pequeña asiente levemente, sin subir la vista.— Ven, vamos con los demás.— Toma su mano y ambas se levantan.




—Los hombres irán allí.— Cabecea cuya zona, los chicos hacen caso.

—Carl, tu no vayas.— le murmura Verónica, fingiendo seriedad.

—Muy graciosa.— dice, pero no con una sonrisa, si no que en un tono algo molesto. Verónica lo observa alejarse, confundida. Algo le sucedía.

—Mira lo que encontré.— voltea al sentir una mano sobre su hombro, su madre la miraba con una sonrisa triste en labios. Estira su mano hasta mostrarle algo que significa mucho para la niña, el pequeño auto de juguete de su hermano. 

—¿Dónde estaba?— Lo toma con delicadeza, admirándolo ni bien esta en sus manos.

—Dentro de uno de tus abrigos, no tienes muchos pero ya casi nunca usas ese.— Vuelve su vista al juguete, recordando los mejores momentos. Dante había pedido e insistido por semanas a sus padres para que les compre ese pequeño auto en particular, cuando finalmente se lo compraron no dejaba de jugar el. En cualquier momento del día lo veías con aquel auto, nunca lo soltaba. Hasta que aquel día en Atlanta llegó. Su cuerpo sin vida estaba tendido en el suelo, la sangre caía continuamente de las graves heridas en su pequeño cuerpo. En una de sus manos estaba el juguete, ya no lo sostenían con la fuerza de siempre, con la emoción de un nuevo juego causante de su increíble imaginación. 

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora