32. Reclamado

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Me acerco a la mesa, colocando una botella de agua y un plato con mi desayuno sobre esta. Ni bien voltea a verme, Carl comienza a reír observando mi exageradamente larga camisa.
 Ayer por la tarde decidí que pasaríamos la noche en una de las tantas casas que nos rodeaban. Y allí los vi, Carl, Michonne y Rick comían sentados en el suelo, uno junto al otro mientras hablaban. Aún sonrío al recordar la sensación que tuve al verlos allí, sanos y salvos.

—¿Tienes algo que decir acerca de mi extremadamente cómoda y atractiva camisa?— cuestiono arremangando mis puños.

—No, no. Se ve- te queda genial.— asiento obvia.— Te falto un...— señala uno de los botones, el cual aún faltaba abrochar. Al acomodarme me siento en la silla a su lado, tomando el cereal para comenzar a desayunar.

—Ojala tuviéramos leche de soja.— digo viendo el cereal seco frente a mí.

—¿En serio?— pregunta, volteando hacia mí con un gesto de asco.

—Sí, en serio. ¿La probaste alguna vez?

—Mi mejor amigo de tercer grado era alérgico a los lácteos.— habla con una sonrisa.— Y todos los días llevaba esa cosa de soja. La probé.

—¿Y...—?

—Vomite.— completa.

—Si, claro.— río.

—Bueno, casi- casi vomito. Pero fue asqueroso— imita el ruido del vomito— Fue tan desagradable, es decir en serio, preferiría comer leche en polvo que tener que tomar esa porquería otra vez. O la leche maternizada de Judi— se interrumpe a si mismo. La sonrisa en el rostro de ambos se desvanece al recordar a la pequeña. Cuando la prisión cayó, Rick y Carl encontraron el mecedero de Jud, por desgracia este estaba repleto de sangre. Al escuchar aquella desalentadora historia lo único que hice fue llorar hasta quedarme completamente dormida por mi cansancio. Sé perfectamente que extrañaré inmensamente a la pequeña patea traseros.— Me voy a terminar mi libro, aún me quedan unos capítulos.— se levanta apresurado.


—Oye Luke, amigo. Tienes que levantarte niño.— digo subiendo de forma lenta las escaleras— Mierda, si se te dificulta subir las escaleras luego de comer, es porque estas realmente lleno, recuerda eso.— me acerco a la puerta de la habitación en la que se encontraba él. 

Al abrir la puerta, sonrío al verlo ya despierto, aunque mi sonrisa se borra al ver lo que tiene en manos. Reconozco el pequeño auto con el que juega, y me acerco velozmente a él.

—¿De donde demonios sacaste esto?— pregunto luego de quitárselo bruscamente de las manos.

—Estaba en tu mochila, no sabía que te gustaba pasar el tiempo jugando con autitos.— ríe.

—Yo no juego con esto idiota, él lo hace.

—¿Que?— pregunta mirándome con el entrecejo fruncido.

—Lo hacia.— hablo liberando un suspiro apoyando mis manos en la cama.

—Lo lamento.

—Ve a desayunar.— digo luego de unos segundos. Poco después puedo oír sus pasos alejarse.

(...)


—¿Encontraste algo bueno?— le pregunto a Carl cuando sale de una de las casas. Rick accedió a que salgamos a revisar algunas casas del vecindario, aunque no tiene por qué preocuparse, ya que Mich está con nosotros. Ella se encuentra unos metros adelante, tomada de la mano con el pequeño de rizos— ¿Barras de chocolate, historietas... queso?

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora