35. No hay santuario

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—Luego de dejar a Beth, recorrí cada rincón de la prisión buscándote, buscando a alguno de nuestro grupo. Allí fue donde me cruce con Luke, y sé perfectamente que ahora es una parte fundamental de nuestra familia. Si no fuese por él, estoy segura de que no hubiese sobrevivido el corto tiempo que estuve allá afuera.


—Oigan, hay cuatro de ellos viniendo hacia acá.— enrollo rápidamente el cinturón que tengo en manos alrededor de mi mano, a nivel de mis nudillos. Al hacer tal movimiento, la recién afilada hebilla de este se levanta, quedando firme en su lugar.

—Ya saben que hacer.— Rick arranca con fuerza un gran pedazo de madera del vagón, luego de estar bastantes minutos cortándolo con la cadena de su campera se le hizo fácil.— Ataquen primero a los ojos, luego al cuello.— asiento, levantándome de mi lugar y preparándome para atacar cualquier cosa que pase por aquella puerta.

Pangasen de espaldas contra las paredes del vagón, ahora.— dice un hombre desde el otro lado. Intercambiamos miradas, agitados.

Levantamos nuestras miradas al oír ruidos en lo que vendría a ser el techo, estaban abriendo un pequeño espacio en el. Observo caer desde aquel sitio un pequeño metal, sin relajar mi fruncido ceño.

—¡Corran!— escucho, mas antes de que haga algún movimiento para obedecer al que haya gritado, Carl se encarga de tomar mi torso y lanzarse al suelo conmigo.


—¿Qué rayos sucede?— cuestiona Abraham entre dientes, golpeando las puertas del vagón. 

Recién cuando el denso humo en el vagón disminuyo apenas, nos percatamos de la falta de algunos de los nuestros. Daryl, Rick, Glenn y Bob para ser exactos. Y ahora, para empeorar la situación e inquietarnos aún más, se escucharon varios tiros luego de lo que fue una fuerte explosión.

—Alguien los atacó.

—Quizás fueron los nuestros.

—Disculpen.— el hombre de peinado extraño encogé apenas sus hombros para pasar entre nosotros, caminando con algo en manos hasta la cerrada entrada.

—¿Qué demonios haces?— pregunto al verlo agacharse. Con gusto le preguntaría pronunciando su nombre, pero es completamente desconocido para mí. A la única persona de los nuevos que me sé su nombre es Abraham, él me dio la idea de usar mi cinturón como arma. Por alguna razón, ya me cae bien.

—Tal vez pueda romper la puerta con esto. Puede que no quede nadie vivo que nos abra.— continua colocando el pequeño objeto.

—Eugene, perdón, pero cállate.— dice la chica de cabello corto. Si no fuese por la situación que estamos pasando le preguntaría su nombre y con gusto charlaría con ella por callar a su compañero.

—Está bien.— musita.

—Oigan.— volteo, dejando mi mirada sobre Carl.— Mi papá va a volver.— dice asintiendo.— Con todos.

—Lo harán. Y tendremos que pelear así que estén preparados.— asiento al oír a Maggie, quien se encontraba más que lista para pelear por su esposo.

—Oye, ni bien salgamos, no te separaras ni un segundos de mí. ¿Sí?— Luke asiente, cabizbaja. Tuerzo apenas mis labios al verlo así. Según lo que contaron Maggie, Bob y Sasha, lograron encontrar el autobús de la prisión. Todos se habían convertido. Claro que lo contaron sin saber que en la lista de fallecidos se encontraba la madre de Luke, a la que le había prometido que volvería a ver a su hijo sano y salvo. Él no ha dejado de llorar por un minuto y yo no me he separado de él en todo ese tiempo, me mantengo cerca, tomando su mano y abrazándolo de vez en cuando.

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora