43. Recuerda 2/2

414 31 21
                                    


—¿Dónde demonios están todos?—  cuestioné, resguardando mi rostro del sol con el antebrazo. 

Acabo de pasar por el mayor susto de mi vida —claramente dramatizando— desperté y al mirar a mi alrededor me percaté de que estaba totalmente sola. Cientos de teorías se crearon en mi delirante cabeza, razón por la cual me levanté de golpe y salí corriendo de la casa. Miento si digo que, por una milésima de segundo, por mi mente no pasó la idea de que los de Terminus nos habían encontrado, más allá de ver con mis propios ojos como los últimos cuatro de aquel grupo eran acuchillados, brutalmente asesinados por mi grupo. Básicamente me había forzado a ver aquella escena, sentí como si fuese necesario para fortalecerme, y que en algún futuro tal vez cercano me serviría.

Solté un suspiro aliviado cuando mi vista se topó con Dixon, él estaba sentado a un costado en el porche, abrazando sus piernas tal y como un niño pequeño.

—Salieron a ver el lugar. No quisieron despertarte, aunque creo que tampoco hubiesen podido. ¿Te dijeron alguna vez que roncas como hombre de cuarenta años?—  solté una sonora carcajada.

—¿Y a ti que hueles peor que los muertos?—  su pequeña sonrisa se desvaneció y la mía se agrando.— ¿Hace cuanto salió el resto?

—Hace cinco minutos.—  tomó su ballesta y comenzó a pasarle cuidadosamente un sucio trapo, luego de dudarlo un poco, caminé hasta él y me senté a su lado.

—¿Por qué no quisiste ir con ellos?—  lo observaba expectante, más de una vez he deseado poder saber que es lo que pasa por esa desprolija y enigmática cabeza.

—No lo sé, no me siento con esa libertad.—  asentí.

—Yo tampoco. Me siento enjaulada, y literalmente lo estoy.—  observé el muro que yacía a lo lejos.— Tanto tiempo yendo de acá para allá, y ahora estamos encerrados dentro de cuatro muros. Si queremos salir, debemos avisarles y quizá pedirles permiso a un puñado de desconocidos.—  mordí mi labio inferior, anoche me dormí con ese pensamiento vagando por mi cabeza.— ¿Te molesta si me quedo contigo? No quiero verles la cara de idiotas a las demás personas de por aquí.—  una apenas perceptible carcajada se escapó de sus labios, tomé aquello como un sí.

Ni yo pude creer que logré mantener una especie de conversación con el castaño. Claro, con variados silencios de por medio, pero por lo menos se dignó a hablar más de lo normal. Me alegra que él, a su propio ritmo, este abriéndose cada vez más conmigo. No sé si se nota un pequeño destello de cariño que se refleja en mis ojos al verlo, pero me es inevitable. Es como ver a un niñito tímido, buscando las palabras propias para expresar una idea que ronda en su mente. Los silencios le sirven para reflexionar internamente sobre quien sabe que, o al menos eso delata su forma de mirar alrededor.

—Buenos días.—  oí la ronca voz de Grimes, y mis ojos se dirigieron a su figura.— Por la forma en la que roncabas creí que dormirías por los siguientes tres meses.— solté una breve carcajada y eleve mis manos, reprochándole algo a la nada.

—Estaba bastante cansada, sí, pero ¿tanto ronco?—  ambos hombres adultos se miraron con las cejas algo alzadas, Rick rio.

—Sí, y mejor así, se evidencia que descansaste bien.—  asentí, acomodándome en mi lugar en la misma posición que Dixon.

—¿Tu hijo?—  cuestioné simulando desinterés, jugueteando con mis dedos. Grimes bufó, supongo por la forma en la que me referí al mayor de sus hijos.

—A eso venía. Mi hijo está a unas casas, al parecer por aquí hay niños de su edad.—  alcé mi vista sorprendida.— La madre del muchacho lo invitó, y a ti también. ¿Quieres ir?, puedo llevarte.

Torcí mis labios.

"Niños" de mi edad, por alguna razón mi estómago se revolvió.

—No, gracias, me quedaré aquí, acostumbrándome al nauseabundo olor de Daryl, me hace recordar a cuando éramos libres.—  ambos hombres bufaron.

—Aún lo somos, Vero.—  me corrigió.

—No del todo.


—Entonces...¿todo esto es mío?—  mis ojos estaban medianamente abiertos, observando con una minúscula sonrisa el cuarto. 

 —Sí así lo quieres. Este sería tuyo y el de la casa de al lado el de Carl.—  Maggie me observaba sonriente.

La habitación era mediana, suficiente para serme cómoda. Paredes blancas con diminutas manchas, posters que parecieron ser arrancados dejando simplemente las cuatro puntas y la gruesa cinta. Dos ventanas bastante amplias que me permiten admirar dos tipos de paisajes, más allá del muro, y los adentros de la comunidad. En el suelo yacían algunos papeles y revistas variadas. Un armario de madera pintada de negro y la cama individual tendida con sabanas y frazadas amarillas eran lo único que decoraba el cuarto, además de otra puerta que se dirigía a un baño personal.

—Está mucho mejor que una celda, ¿no crees?— reímos.

—No te metas con mi celda.—  brome, dejando mi desgastada mochila sobre el suelo.— Pero...—  voltee mi cuerpo, encontrándome con los cálidos ojos de la castaña— ... ¿sueno malagradecida si digo que no me siento del todo cómoda?

—Puedo ayudarte a darle unos retoques personales... pintarla o no lo sé, lo que  —

—No me refiero a la habitación. Hablo de este sitio. Es como si nos otorgaran todas estas comodidades sin pedir nada a cambio con el objetivo de persuadirnos y quedarnos aquí.—  la castaña dio los pasos suficientes para acabar frente a mí, y dejó caer sus manos sobre mis hombros.

—Primero que nada, si que piden cosas a cambio. ¿Porqué crees que Diana ha hablado con cada uno de nosotros? Está buscando una ocupación para que cada uno de nosotros colaboré en el crecimiento de este lugar, además nos dejan salir. Segundo, ¿Crees que si intentaran persuadirnos con comodidades, algo que todo este tiempo ha sido bastante ajeno para nosotros, nosotros caeríamos como idiotas? No, cariño, no seremos fáciles si es que tienen otro has bajo la manga. Estamos juntos, en la misma casa, eso es lo que importa. Con el tiempo, supongo y espero, nos adaptaremos, una parte de nosotros estará en la casa de al lado, pero aún así continuaremos juntos, como la familia que moldeamos este último tiempo.—  asentí lentamente, intentando calmar mis negativos pensamientos con su breve discurso, pero aún así no lograba acallarlos. ¿Cuándo saldrán de mi cabeza?

—Gracias, Mag.—  le dediqué la sonrisa más convincente que pude, rodeándola con mis brazos antes de que notase la insatisfacción en mis ojos. No me había expresado correctamente y sus palabras solo enrollaban aún más los lazos que no dejan mi cabeza.

—Si necesitas algo más, puedes llamarme, Glenn y yo estaremos abajo revisando un poco más a fondo, el resto aún está de excursión. Oh, y Daryl se quedó dormido en el sofá.—  solté una risita que acompañó la suya, murmuré un "gracias" y la puerta se cerró delante de mí.

Suspiré, tratando de calmarme. Voltee mi cuerpo, me encontraba sola en aquella silenciosa y vacía habitación.

Me asomé a la ventana que me otorgaba la vista de la atareada comunidad. Visualicé el anaranjado horizonte. Varias personas se hallaban en las calles, corriendo, paseando, charlando, sus voces se oían algo lejanas. Es curioso pensar que hace dos meses lo único que deseaba, además de que el grupo en general este a salvo, era oír por lo menos una voz. Ahora que estaba rodeada de personas totalmente ajenas a mi reducido circulo social, tengo la oportunidad de acercarme a ellas, pero realmente no me interesa. Quiero volver dos meses atrás y alejarme de todo lo que nos trajo a aquí, seguir con mi pequeña familia.

Me siento menos capaz de protegerlos estando aquí que allá afuera, y eso crea un disgusto amargo creciendo dentro de mí, que solo se dedica a apretujarme el corazón.



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 06, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DESDE PEQUEÑOS│𝑐𝑎𝑟𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑚𝑒𝑠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora