ESTO PASO EN LA PROPIA HISTORIA, JUSTO ANTES DE QUE GUSTABO SE FUESE CON LUCIFER JUSSJSJSJJSJS. ESTO ES POR ASÍ DECIRLO, COMO UN RECUERDO.
.ESPECIAL ORGULLO.
El 28 de Junio me tocaba brillar.
Amaba seguir el ritual que Gustabo y yo creamos años atrás.
Nos despertábamos antes de que el sol apareciera.
—¡Gus! —exclamé haciendo que me mirara —. ¿Rosa o morado? ¿Me pongo deportivas? ¿Dónde será? ¿Qué crees que hagamos?
Gustabo sonrió —. Primero que nada buenos días —me advirtió amenazándome con el cucharon de madera, estaba haciendo el desayuno —. Y ahora te digo, el rosa, el morado es muy «¡Hola no tengo estilo!», ¿Sabes?
Me arreglaba lo mas que podía, mientras Gustabo me hacia compañía entre chistes y comentarios ingeniosos.
Después íbamos a trabajar, esto fue incluido en la tradición cuando llegamos a Los Santos.
—¡Joder Horacio! —exclamo el intendente al ver el maquillaje, tan elaborado que el chico se había puesto por hora y media.
—Que currada la bandera, ¿No? —dijo Greco refiriéndose a la bandera que reposaba en la mejilla del chico.
—¿Quiéres una Greco? —pregunto infantil sacando los colores del uniforme de trabajo, que por cierto habían cambiado a su gusto para aquella situación.
El ambiente es magnifico. Greco siendo maquillado por mi en mitad de la comisaria, Conway amenazando a Gustabo por algún comentario que este le habría dicho, y el comisario Volkov cerca de Greco y yo redactando algunos informes de la PDA.
Sentia que al fin esto era mi familia. Nuestro lugar.
Despues del trabajo, esta vez ameno entre bromas y bromas. Al fin, ¡Al fin! Pude disfrutar.
Al principio Conway dijo que no íbamos a ir a ningún lugar, que necesitábamos supervisar, eso me entristeció en el alma.
¡Aun que el cabron solo lo hacia por molestarme!
—¡Joder! —exclame sin aire, la emocion estaba por cada poro de mi piel, todos los residentes de los Santos, estaban disfrutando, yo estaba disfrutando.
Mire a mi alrededor, encontrando la incomodidad del comisario Volkov. Estaba de brazos cruzados, ajeno a Greco, Conway y Gustabo.
Caminé unos pasos hasta el, pero mis pasos fueron interrumpidos cuando un globo dio de lleno en mi hombro.
Mire el lugar golpeado, había estallado una especie de tinta, azul.
El causante de aquel tiro era cierto mexicano que corría por los lugares lanzado a los que disfrutaban dichos globos, alegrando, aún más, o jodiendo.
Corrí hasta él —. Dame dos Emilio —le exclamé entre la música. El mexicano me miró de mala manera.
—¿Cuánto me da?
—Dámelo. Ya lo acordaremos.
No iba acordar nada con él. Emilio parecía saber que no iba a pagarle, pero aún así, me tendió dos globos. Rosa, amarillo.
—Usalos sabiamente —dijo como si me estuviera dando un arma masiva de destrucción.
Poco hice caso a lo que me decía.
—¿Qué hacía? —pregunto Greco, la mirada de Gustabo también me observó. Al parecer ambos estaban conversando y habían detenido su charla por mi. Sonreí con inocencia.
Me gire a ver al comisario, hablaba con el intendente. El las mayor fumaba sin prestar mayor atención a su entorno.
—¿Que plane...? —antes de que Gustabo prosiguiera con su pregunta, yo ya había lanzado el globo amarillo al comisario, media espalda del ruso quedó completamente amarilla, manchando su tan serio traje de trabajo.
—¡Horacio! —exclamó girandome a ver. Sonreí aún más.
Proseguí a lanzar el otro.
¿Por qué?
Por qué por primera vez había visto que estaba en una familia. Disfrutaba como nunca antes lo había visto.
El pelo plateado se volvió rosa.
—¿Dónde está el cabron de Emilio? —exclamo reteniendo las carcajadas ocultando su boca con la chaqueta —. Necesito esas cosas de colores.
—¡Lo que te faltaba a ti! —le reprochó Greco con una sonrisa.
Gustabo alzó la mirada, le observó —. ¿Miedo?
—¿De ti? —pregunto con una ceja alzada, puso la palma de su mano en la cabellera rubia, se encorvó hasta que estuvo a su altura —. Primero crece. Luego amenaza.
Sonreí hasta sentir una presencia tras mía. Me gire lentamente. El actual peli-rosado, me observaba reteniendo una sonrisa. De brazos cruzados.
—Oh... —dije reteniendo una risa.
—¿Oh? —intentaba mantener la seriedad en su voz. Pero lastimosamente le veía en su rostro que aquello solo le estaba divirtiendo.
Un flash apareció entre el cúmulo de gente, los cuatro miramos al causante.
Un periodista había sacado una imagen.
Aquella foto salió en los periódicos de Los santos. Volkov y yo nos mirábamos de reojo con una sonrisa, mientras que Greco aún tenía la mano en la cabellera de Gustabo, seguía metiéndose con su estatura, tras nosotros, justo en medio, Conway sonreía de medio lado con el cigarro casi consumido en su totalidad. Una imagen que dio mucho de que hablar por aquel entonces.
Poco tiempo después Gustabo nos dejó.
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Encontrase es difícil, y a veces lo es aún más por temor a darnos cuenta de ser quien no creímos ser. Tener esa confianza de decir que somos de una manera y resultar ser de otra. Ese temor que muchas veces nos impide saber más allá de nosotros mismos. Saber cuáles son nuestros gustos reales.
En esta generación, al fin. Podemos tener esa libertad. No todos obviamente.
Muchos seguro están en la situación incómoda de que sus familiares no lo respetan o apoyan como deberían de hacerlo. Posiblemente sea una causa por la que las personas temen a conocerse.
Ese fue el factor por el cual yo tarde cinco años en decir, «Soy yo, y me da igual lo que digas. Soy yo»
Tardaron, pero lo asumieron e incluso al día de hoy, me apoyan.
¿Qué quiero decir?
No tengamos miedo a perder la voz de un grito. Hay veces que si no lo haces, nadie sabe lo que pasas.
Grita. Grita. Grita.
Hazlo y no susurres más.
Se tu mismo. No te ahogues en tu propio mar de susurros. Estalla en una gran tormenta de gritos.
Da el mejor relámpago para que sepan que estás por llegar.
Nunca decidas quedarte en un susurro. Nunca. Por qué entonces, cuando te des cuenta, tu vida habrá pasado haciendo lo que "es correcto" a ojos de otros y jamás lo que para ti "es correcto". No te aprisiones en lo que dirán, y aférrate en lo que liberará ser tu mismo.
—Natalia Gayon.
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Ámame. VOLKACIO.
FanfictionTodo empezó cuando vi por primera vez su sonrisa, era preciosa, pensaba que él ni siquiera sabía que era eso, pero para mi sorpresa me sonrió de manera amable. Ahí empecé a sentir cosas que ni yo podía controlar, ¿Por qué? Por qué cuando un trozo de...