.Capítulo 23.

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Se observaban de brazos cruzados, la mirada penetrante, el silencio denso...

—Debería haber muerto —rompió el silencio. La chica se encontraba sentada en la silla frente Horacio, de brazos cruzados, y con los pies subidos en la mesa.

Horacio la observaba, recordándola, recordando a la pequeña que una vez tuvo en sus manos.

—¿Un banco de espérma?  —exclamo el de la cresta —, joder Gustabo, joder.

—Necesitaba el dinero para comprar un poco de hierva.

—¡Pues que cara te ha salido! ¿¡No crees!? —señaló a la mujer de ojos negros con una pequeña bebé rubia en sus brazos. Estás estaban al fondo de la habitación.

—Relajate hostia.

Pestañeo varias veces enfocando su mirada en la chica —. Yo... Amelia... —susurro consternado —. Yo nunca le mataría, jamás —aseguraba con dolor —. Era mi hermano, mi mejor amigo, era todo.

La chica dejo de mirarle con odio unos segundos —. ¿¡Crees que te creeré enserio!? ¡Fuiste tú quien le trajiste aquí! ¡Le obligaste! ¡Mi madre me lo dijo! —la chica estaba de pie con las palmas sobre la mesa.

—¡Eso no es cierto! ¡Soy Horacio! ¡Tu jodido tío! ¿Por que haría eso? ¡Estaba claro que te llevaríamos con nosotros, como siempre! —aseguro levantándose.

Amelia siempre iba de la mano junto a Gustabo y Horacio, a cada ciudad que iban.

—Lia mira, una tienda de ositos —exclamo Horacio corriendo junto la niña de la mano —. Vamos por uno mientras tú padre hace cosas malas.

—¿¡Y por que no lo hicisteis esa vez!? —le grito tomandolo del cuello de su camisa —. ¡Me abandonaste en casa de ella! ¿¡Por qué!? ¡Responde antes de que te decida matar con mis propias manos!

—Por que tú padre hizo negocios a demasiado ilegales, hasta el punto en el que todo nos estalló, la policía nos buscaba —murmuro mirándola, aún sentado, estaba tranquilo —. Las mafias nos querían muertos. No podíamos tener a una pequeña cuando no sabíamos si nos matarían.

—¡Gustabo para! —le grito Horacio al ver  brazos de Gustabo descansaba —. No podemos seguir llevándola, la van a matar por nuestra jodida culpa.

—¿¡Pero que coño dices!? —exclamo como si aquello fuera una una locura —. Nosotros nunca abandonamos, no vamos abandonarla, ¡No Horacio! No digas gilipolleces, vamos.

—Su madre, está su madre, Gustabo llevala con su madre, al menos hasta que tengamos un sitio para llevarla seguro.

—Le pedí dejarte por que no podía verte en nuestra situación de mierda. Quería que buscáramos un poco de equilibrio. Nosotros...

Un fuerte golpe recibió en su mejilla, le había pegado un puñetazo con fuerza —. Si no te hubieras hecho policía estaría vivo, ¡Me has quitado a mi padre! —grito histérica.

Las puertas de la sala de interrogatorio fue abierta, el superintendente esposo a la chica nuevamente —. ¿Agredir a un agente? La federal la vas a disfrutar. Vas a comer barrote como nunca.

Una mano de posó en el hombro de Horacio —, ¿Se encuentra bien?

Horacio se levantó haciendo así que la mano de Volkov dejará de tocarle, escupió la sangre que se había acumulado en su boca por el golpe —. ¿Emocional? ¿Salud? ¿Social? —pregunto con sarcasmo el chico.

—¿A donde va Horacio? —pregunto Greco al ver como salía de la sala.

—A casa. Ha terminado mi turno.

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10 comentarios y público otro en unas horas.

¿Se irá a casa? MMM...

By:N.G.A

Ámame. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora