.Capítulo 10.

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El ruso acuclillado a su lado acarició un poco su espalda como si pudiera aliviarle todos los males con unas simples acaricias. Arcada tras arcada verificaban que en el cuerpo de Horacio ni quedaba ni los recuerdos de esa noche —. En comisaría me dijo que usted estaba...

—Volkov no —advirtió con voz temblorosa su cuerpo no estaba por la labor, se encontraba reglamente mal —. Solo olvida todo lo que dije he hice... —avergonzado se alejó de la taza apoyando su espalda en la bañera quedando frente a frente con Volkov.

—Me rompiste el corazón, pero aún así te veo con buenos ojos —sonrió como niño en sus brazos —. Me encantaría escuchar un "te quiero." de ti, pero solo recibo “te quiero aquí."

—No siga mañana se arrepentirá —susurro abriendo la puerta del coche como pudo.

—¿Me quieres? —susurro ya sentado en el asiento del copiloto, este le observaba espectante, Volkov agarro el cinturón y se lo abrochó, cuando iba a retirarse Horacio alargó su mano agarrando el cuello de su camisa acercándola a su rostro —. Me dice que no me quiere con la mirada, pero con gestos me da a entender lo contrario.

—¿¡Qué dice!?  —hablo nervioso.

—¿Por qué te estás tomando está molestias conmigo? Podrías dejarme aquí mismo, pero me estás llevando a quien sabe dónde, ¿Te gustó Volkov? —susurro haciendo que sus labios se rozaran, el ruso estaba entrando en crisis nerviosa, es decir, su cercanía, sus labios rozándose... No sabía qué hacer ante su acción y palabras anteriores —. Bésame o vete de mi vida, no creo que pueda aguantar más dolor en mi pecho —susurro. El ruso puso la mano sobre la suya haciendo que le soltará, llevo sus labios a su frente y le dio en pequeño beso.

—No puedo Horacio, me ha dicho algo demasiado importante y se lo ha callado ahora. Puede confiar en mí... —alargo su mano a su frente comprobando si tenía fiebre u algo, positivamente no la tenía.

—¿Que quieres saber exactamente? Cómo bien has mencionado, he dicho muchas cosas —miro hacia otro lugar, no quería estar en está situación, no podía permitirlo, pero ahí estaba, sentado en el suelo, con su espalda apoyada en la bañera, y con el ruso frente a él de cuclillas con la mano en su frente cuidándole como un niño pequeño, eso le avergonzaba.

—Dijiste que mataste a alguien, ¿Quién? ¿Porque?

—Hablaba retóricamente, obviamente. Nunca mataría a nadie —sonrio, el ruso torció el gesto, no se creía nada, o casi nada. Tenía que saber que ocultaba.

—Entiendo —se levantó del suelo haciendo que sus rodillas crugieran, camino hasta el chico y le tendió la mano ayudándole a levantarse, este puso el brazo sobre el hombros de Volkov y el ruso la puso en su cintura ayudándole a caminar a la habitación.

El ruso había decidido llevarle a su casa, si la llevaba donde Conway después de lo ocurrido de esta manera, quien sabe que podría ocurrir —.Me encantaría que todo volviera a ser como antes... Quisiera despertar mañana y al ver dónde estoy llamar corriendo a Gustabo ilusionado...

—Nos tiene a Conway, Greco y yo, no nos separaremos usted, no se preocupe Horacio. Entiendo que extrañes el pasado, todos lo hacemos o lo hemos hecho alguna, vez en especial yo. Usted me ayudó ya no solo la muerte de Ivanov, también con la de Torrente, me ayudaste a levantarme una vez más. Así que ahora estoy aquí y le voy a ayudar lo que pueda y me deje —dijo tapando al chico con las caliente colcha negra. El chico se giro dándole la espalda y pequeñas lágrimas salieron de sus ojos, últimamente el dolor estaba ahí, presente, no era como hacía un año que estaba en completa soledad, pero seguía ahí atormentandole. Sitio que detrás de él la cama se hundió un poco, confirmando que alguien se acababa de sentar ahí, el ruso llevo un mano a su pelo y lo acarició.

—¡Volkov mira! —exclamo como niño pequeño señalando al atracador que acababa de abatir, el ruso le dio una leve palmada en la espalda.

—Bien hecho, Horacio.

Volkov sabía que todo había cambiado y no podía hacer nada por evitarlo, entonces lo mejor que pudo hacer era mejorar ese cambio tan inevitable que había destrozado a muchos.

—¿¡Quién es ese Gustabo!? —exclamó señalando al comisario de manera disimulada.

—¡Y yo qué coño se! Pregunta —exclamo cansado.

—Me da vergüenza —susurro.

El hermano mayor miró hacia atrás y agarro de un codo a un pobre civil que quería poner una denuncia, haciéndo que mirara algo asustado al del pircing —. Oye cerdo, ¿Quién coño es ese? —pregunto señalando con la cabeza al ruso.

—Es el comisario Volkov, mano derecha de Conway, es un hijo de puta, toda la ciudad quiere pegar... —Gustabo le soltó y le dio un pequeño empujón alejandole.

—Pues ya sabes. Volkov —hablo simple su hermano, Horacio sonrió iluminado.

—¡Gracias! ¡Que haría sin ti! —le abrazo por los hombros.

—Nada, no puedes vivir sin mi.

—¿Puedes abrazarme? —susurro con voz ahogada, el ruso dudo pero accedió tumbandose y abrazándole por los hombros pegando su pecho en la espalda de este.

—El cara nabo no te merece, ¡Que le jodan! —exclamo intentando alegrarle.

—¡Pero le quiero! ¡Me duele Gustabo! —sollozo.

—Puede desahogarse, estoy aquí —susurro incomodo el ruso, no estaba acostumbrado a este tipo de acciones, pero sabía que el hombre que tenía al lado se estaba rompiendo frente a él y tema que ser el celo que pegará sus piezas.

Ámame. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora