.Capitulo 21.

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Ambos observaban en un arbusto, Emilio esperaba de manera apaciguada mientras fumaba  apoyado en la pared de su porche —. ¿Me recuerda por que estoy aquí? —preguntó Greco adolorido, llevaban acuclillados casi una hora.

Horacio sin apartar la mirada de Emilio susurro concentrado —. Eso me preguntó yo. Entraste a mi coche a traición.

El barbudo rodó los ojos mirando donde él —. No iba a dejarte solo con este lío que te has montado a espalda del CNP —dijo obvio.

—Eso y que eres un morboso —le miro con una sonrisa.

Greco rodó los ojos, en ese instante un coche aparcó bajando una chica rubia, ojos azules como el océano, fríos, de estos se veían la frialdad, con pasos seguros pisando con pies de plomo, una sonrisa cínica, como si el mundo en sus pies estuviera —. Emilio —sonrió saludándole.

—Buena noche García—le saludó de igual manera.

Greco y Horacio observaban a la mujer. Esa chaqueta roja le eran familiar —. Horacio... —este le mando a callar con un gesto.

—Sería buena noche si usted no me hubiera traicionado —se cruzó de brazos. Los dos ocultos se tensaron, en cambio el mexicano río.

—¿De qué mierdas habla?

—¿Recuerdas al hombre que apuñalé por asesinar a mi padre? —preguntó, el de la coleta asintió —. Vine para hablar y contarte pero le vi  a este amenazándote.

—¿Y por ello soy un traidor, jota? —dijo cabreado.

—¿Qué le contaste? —hablo seria sacó el arma de su espalda apuntando al mexicano, este alzó un poco las manos hasta la altura de sus propios hombros dando un símbolo de rendición y paz.

—Le conté que buscaba venganza, solo eso.

—Greco —susurro Horacio sacando el arma —. Llama a papu, dile que venga —este le miro negando. Pero entonces ya se había levantado.

—Baje el arma señorita —gritó caminando lentamente hasta esta, estaba tras de ella. La mujer rio levantando sus manos con el arma, se giró lentamente —. Tire el arma lejos de usted.

—Eres un sapo, Emilio —dijo con rabia lanzando el arma a los pies del de la cresta.

Horacio sintió un temblor por su cuerpo, ese pelo, esos ojos, esa manera de ser —. ¿Quién coño es usted? —gritó sin dejarla de apuntar.

—Amelia García, aunque tú ya lo sabes, los perros ya saben todo de mi —dice tranquila.

Las sirenas comenzaron a oírse —. ¿Por qué me apuñalo?

—¡Mato a mi padre! —le grita cabreada quitando su facha de tranquilidad —. ¡Deberías haber muerto!

—¿¡Quién coño era su padre!? —gritó a pesar de escuchar los vehículos derrapar.

—¡No le importa!

—¡Respóndame de una puta vez! —alzó su voz aún más.

—¡Era Gustabo García! —gritó llena de odio.

Los labios de Horacio se abrieron, bajo el arma lentamente —. ¿¡Disculpe!? —gritó Greco dando acto de presencia, su cuerpo no se lo creía.  Sabía que esa mirada, esa personalidad, esos ojos eran de él, pero no quería ver la realidad como el de la cresta. Ambos estaban en un completo shock.

—Eres tu... —susurro, pero ya era tarde, la policía llego, esposaron a la mujer.

—¿Están bien? —exclamó el ruso una vez hizo perímetro.

Horacio se giró lentamente ha esté, le miro unos segundos sin poder decir nada más. Todos vieron que el silencio del consistiría e inspector era sepulcral, estaban consternados, sabían que algo gordo había pasado.

—¡Soltarme! —gritó resistiéndose la mujer.

—Eso no va a poder ser, crack —dijo el intendente —. Ya hablaré con vosotros —amenazó a ambos subiendo al zeta con Amelia subida atrás.

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Cortito, ya lo se. Jfowkfoabdosbcoq.

Estuve roleando y pue' no tuve tiempo, ya tu sae', estuve de exámenes también, y pue' estaba tipo "me woa mata' yo me woa mata' wiii" y pue' eso.

Si hoy me levante gilipollas.

Un beso para mis amiguitriskis.

—N.G.A

Ámame. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora