VII

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Ah

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Ah...

¡Ahh...!

¡Sukuna-san!

¡Más fuerte...mgh!

Maldito niño, ¿por qué debía de gemir tan alto?, él se encontraba en la habitación que compartíamos y a mi Uraume me corrió a una del otro extremo, aún así podía escuchar con claridad los tierno gemidos que salían, quizás Yuji tenía una buena voz o yo un buen oído.

Mi Alfa interno gritaba para que fuera y calmara su calor, pero la inexistente humanidad me decía que aún no es momento, debía cortejarlo y que él elija si quiere pasar su vida conmigo, y si no es así, ¡pues va atener que cambiar de parecer!, porque no pienso dejarlo así de fácil.

¡Bien!, ya lo decidí, nunca pensé decir esto pero, me iré por mi cuenta al templo a escuchar plegarias. Debo distraerme y el dulce aroma de Yuji no ayuda para nada.

Me levante del tatami, me puse la parte de arriba del kimono y salí de la casa principal, ante de dejar el lugar por completo le di la orden a Uraume de que nadie, y repito, nadie, podía entrar al recinto y si no acataban las reglas, lo mejor será encontrar un lugar desierto donde enterrar las partes de su cuerpo.

Di un rápido vistazo alrededor para cerciorarme que no haya nadie escondido y así irme en paz.

Camine lentamente hacia el templo y me coloque en mi puesto habitual, las antorchas fueron encendidas y las personas llegaron minutos mas tarde con ofrendas en sus manos, lo mas curioso de todo eso fueron los frutos de cacao, que muy raramente se veían por estos lugares.

Según había escuchado del mocoso, con esto se puede crear un famoso dulce por los pueblos lejanos, el misterio será en como prepararlo y no fallar en el intento.

Bueno, lo dejé junto a las cosas valiosas que me habían dado, entre ellas una bonita lanza, comida exótica y algunas joyas de diferentes colores.

La primera persona entró, se arrodilló y su frente tocó el suelo, parecía estar muy feliz, así que era mi labor bajarlo de su nube.

-Sukuna-sama, por favor, haga de mi matrimonio una bendición.

La única bendición aquí es el divorcio, ¡siguiente!

- Sukuna-sama, por favor, bendiga a nuestro hijo con la buena suerte.

Eso no existe, pendeja, ¡siguiente! 

- Sukuna-sama, me gusta la persona de la escuela de hechicera, por favor, cáseme con él.

Maldita moja bragas, yo no soy cupido, ni mucho menos hago milagros, ¡siguiente!

- Sukuna-sama, se lo ruego, asesine a mi esposo.

Ok, no se diga mas. 

Llegue cerca de la media noche, estaba lo bastante feliz al haber hecho una de mis cosas favoritas, cortar cabezas

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Llegue cerca de la media noche, estaba lo bastante feliz al haber hecho una de mis cosas favoritas, cortar cabezas. El kimono estaba ensangrentado, pero no era nada que Uraume pudiera quitar, se lo dejé en sus manos y caminé hasta la habitación donde se encontraba el mocoso.

El aire no se sentía tan pesado como lo era en la tarde, y las feromonas de Yuji habían bajado considerablemente. Abrí la puerta y en medio de la habitación estaba él, durmiendo plácidamente.

Cerré la puerta y lo dejé, ahora mismo debía de oler a sangre y a sudor, y aunque eso sonara de los más "excitante", por mostrar ese lado salvaje, a Yuji le molestará si me huele así.

Así que fui a la bañera e intenté de quitarme ese olor a desgracia que traía encima.

Me tomé el tiempo que quería, por lo que me puse a pensar en cuantas cosas, como que me gustaría retroceder el tiempo y volver cuando Yuji era aún pequeño, su curiosidad era lo que lo motivaba por seguir despertando con las energías renovadas, ahora siento que cada vez que el mocoso crecía, los problemas no paraban de aparecer.

Va a llegar la época en que él se verá obligado a escoger pareja, tener una marca en el cuello y cargar con un cachorro, a veces Temia no ser lo suficiente para Yuji, y si llegase el momento en que deba elegir y no sea yo. Mi mundo entero y las ansias de vivir se verán marchitas.

Yo vivo por y para él, aunque sea una gran amenaza para el mundo de la hechicería y deba manchar mis manos con más sangre solo por vivir otra noche, si Yuji no me elige, entonces, ¿para que seguir luchando?

- Sukuna-sama.- Interrumpió Uraume desde atrás de la cortina oscura del baño.- Lo están esperando en la sala, yo cuidaré de Yuji-sama mientras se ausenta.

Salí de la tibia agua y me puse el kimono blanco, camine a pasos apresurados por los pasillos y llegue a la sala, en medio de ella se encontraba una maldición, aparentemente lo bastante débil como para generar algún destrozo. Vestía con túnicas negras, tenía el pelo de un color azul y en su rostro se podían ver cicatrices.

- Oh gran Rey de las maldiciones...

- ¿Quien diablos eres y que quieres?- Uraume me había dicho que lo había visto vagar por los alrededores, sin embargo no mostraba ningún interés en entrar y destruir.

- Soy Mahito y tengo una petición.

Esto no pintaba nada bien, solo espero que no sea uno de esos locos fans queriendo poder y protagonismo.

Aunque pase el tiempo |SukuIta, Omegaverse|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora