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- ¡Maldición, Uraume!, solo quería pasar tiempo a solas con mi Omega

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- ¡Maldición, Uraume!, solo quería pasar tiempo a solas con mi Omega.- Me queje cuando me llego un gran golpe en la cabeza y espaldas.

Ni siquiera tuve tiempo de darle los anillos.

- Usted sabe muy bien que no existe el "tiempo a solas" en esta época, no debe pensar como quinceañera y perder el tiempo, o ¿le debo recordar que él es solo un recipiente?, ya cumplió su función y solo hay que esperar a que el Omega este gestando.- Me regaño. Mire hacía la puerta y rece para que Yuji no haya escuchado nada.

O se le rompería el corazón.

Y si, que Uraume actuará como madre preocupada por Yuji, no significa que le importara de verdad. Para la maldición, él Omega solo era un recipiente. Quizás fue suerte que cayera con nosotros y que además sea mi destinado, o sino esta búsqueda seria eterna.

De todas formar, creo que para Yuji nosotros somos los enemigos, aun si él no lo sabe.

Desde que comencé a sentir algo por Yuji, el plan que tenia desde un principio se fue a la mierda. Me di cuenta que este bonito sentimiento valía aun mas la pena que mi propio plan de venganza. 

Golpe la mano con la que me apuntaba.

- Ya sabes que es lo que pienso respecto a esto. Quiero estar con Yuji por que lo amo, no planeo nada vengativo, y si resulta estar gestando no será para acabar con los hechiceros.

- ¿Y que es lo que piensa el Omega de esto?- Pregunto mirándome de manera acusatoria. Y yo que pensaba que los sirvientes eran callados y obedientes. 

- Yuji no debería por que saber algo que no ocurrirá.

- Sukuna-sama, debe saber que para poder existir en este mundo lo mejor será acabar con los hechiceros- Dijo.- Y se hace lo que usted dice, ¿Qué nos asegurara la vida del engendro?

- Si ese llegase a ser el caso, yo daría mi propia vida para que la de ellos sea eterna.- Murmure.

Uraume no dijo nada, quizás esas simples palabras habían contestado todas sus dudas, y lo importante que se había vuelto Yuji conforme pasaba el tiempo. Una simple venganza no iba a alimentar mi vida, quizás lo que de verdad me llenaba era el sentir que era bienvenido en mi propia familia.

- ¿Uraume-san lo castigo?- Pregunto Yuji una vez que llegamos al templo principal, la maldición prácticamente nos arrastro de vuelta a la casa y no nos hablo por el resto del viaje

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- ¿Uraume-san lo castigo?- Pregunto Yuji una vez que llegamos al templo principal, la maldición prácticamente nos arrastro de vuelta a la casa y no nos hablo por el resto del viaje. Creo que de verdad se enojo.

Pero me importa poco.

- Por supuesto que no, pero ¿te gustaría ir a ver algunas plegarias?, aprovecho de reclamar mi dinero.- Yuji solto una suave risa y asintió.

- Esta bien, pero con la condición de que me cargue.- Sonreí cariñoso. Tome a Yuji sin problemas en mis brazos y camine en dirección a la salida.

Al pobrecito aún le dolían las caderas.

- Sukuna-sama, ¿a donde va?- Pregunto Uraume en un tono no muy amigable, mientras sostenía una cuchara de madera en la mano. Ella estaba parada justo fuera de la sala principal.

Una sensación de escalofrió recorrió por mi espalda. Ahora temía respirar o tomar algo de la cocinan sin preguntar, sentía que estaba haciendo todo mal.

- S-solo iré a ver plegarias, lo prometo.- Me miro detenidamente y asintio. Debió pensar que sin ropa para Yuji y comida, yo no iría a un lugar tan lejano.

Bueno, ver plegarias y quizás a cojer, con lo caliente que es Yuji, yo no espero mucho.

- Vuelva para la cena. Me imagino que en sus días de vacaciones no comió decentemente.

Bueno, yo no me quejaría. Mayormente las comidas en los días de celo fueron: agua, Yuji, manzana, Yuji, Yuji, Yuji, agua. Y eso se repetía unas cuatro o cinco veces.

- Imaginas bien.- Me di media vuelta con la intención de salir pero Uraume nuevamente hablo.

- Yuji-sama, cuídese de él.- Soltó de la nada.

Mira la desgraciada, le encanta abrir la boca en momentos inoportunos.

- No se preocupe, Uraume-san, estoy seguro que he escogido bien.

- Eso espero.

La voy a despedir.

Aunque pase el tiempo |SukuIta, Omegaverse|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora