XXIV

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Hoy era un hermoso día, y bueno a Yuji se le ocurrió la maravillosa idea de querer hacer una especie de comida bajo los arboles que se encontraban cerca de la cascada

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Hoy era un hermoso día, y bueno a Yuji se le ocurrió la maravillosa idea de querer hacer una especie de comida bajo los arboles que se encontraban cerca de la cascada. Nos arrastro a todos en su plan por lo que Uraume junto a Choso se encargarían de hacer las comidas, Yuji vería las bebidas junto a Megumi, que debo decir que mi Omega se llevo bastante bien con él en el primer momento, y yo me dedicaría a existir.

Una tarea difícil.

Veía a mi Omega moverse por toda la cocina, hablaba con el Alfa buscando temas en común y el chico Fushiguro parecía un perro cohibido, de vez en cuando podía ver a Yuji con una notable mueca, cerraba sus puños con fuerza y después seguía con una sonrisa.

Como si no hubiera pasado nada.

En ese momento algo en mi corazón se contrajo. Temía que Yuji estuviera pasando por algo y no me lo dijera, se supone que teníamos una confianza envidiable, yo le contaba mis cosas y él devolvía el gesto. Si le preguntaba iba a parecer un insistente de mierda, pero si esperaba quizás no me diga hasta que se esté muriendo.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el llamado de Uraume, ayude a cargar las cosas de Yuji y partimos a la cascada.

Choso iba muy feliz al saber de la noticia de embarazo de mi Omega, Fushiguro se miro sorprendido pero no menciono nada.

Nos posicionamos en un lugar fresco, todos disfrutamos la comida, hubo un tiempo en que estábamos todos satisfecho que ambos hermanos cayeron dormidos.

Yuji parecía un ángel.

- No lo entiendo.- Menciono de la nada Fushiguro.- Allá afuera hay guerras, las personas mueren y los únicos culpables son las maldiciones. Entonces, ¿por que estamos aquí tomando el té y comiendo pasteles como si todo fuera paz?

- Por que los demás no me importan. Las guerras son causadas por el egoísmo y orgullo de los humanos, no son mi problema. Además aquí hay paz, no se de que te quejas.

- ¡Las guerras son causadas por tu culpa!, eso es inhumano.

- Pues adivina que, yo no soy humano, no me afecta.

Finalmente tomo con fuerza el vaso y lo lanzo lejos, se levanto enfadado y se perdió de mi vista.

La pubertad.

Mire las diferentes placas que los aldeanos habían dejado para las plegarias

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Mire las diferentes placas que los aldeanos habían dejado para las plegarias. La gran mayoría pedía por sus cultivos, algún hijo enfermo o familiar, y unos pocos por la bendición de su próximo integrante.

Vaya.

Tome algunas placas que me llaman la atención, les dediqué una pequeña oración y los dejes dentro del templo.

Las costumbre humanas eran raras, pero podía sentir la necesidad de pedir por alguien que de verdad te preocupa.

- ¿Sukuna-san?- Escuche la voz de mi Omega a mis espaldas, me tomo desprevenido por lo que di un pequeño brinco.- ¿Está orando por los aldeanos?

El se puso frente a mi y vio que tenía las placas en mis manos, rápidamente escondí los objetos en mi espalda, sentí mi rostro caliente y me dio pena que Yuji me encontrara así.

- A-amor, yo...

- Eres muy tierno, Sukuna.- Se puso en puntilla y acaricio mi mejilla, besé su mano con cariño y suspire tranquilo.

Ja, ¿tierno yo?

- Parece un gran oso gigante.

Dios, este Omega no para de avergonzarme.

Lo guie al tatami que tenia en el templo y el se sentó en mi regazo. Acaricio mi cabello mis cabellos y me baño en su dulce aroma.

¿A quien engaño?, me gustaba que Yuji me mimara, pero nunca lo diré en voz alta.

Aunque, aun sigo pensando el los molestares de mi Omega.

Yuji no me ha dicho nada.

Y eso temía.

- Yuji, si te estuviera pasando pasando algo de cualquier tipo. ¿Tu me lo dirías?- Mencione lento.

- Sukuna-san...

- Me lo dirías, ¿verdad?- Insistí, aprete ligeramente su agarre y el asintió algo dudoso.

Suspire, este era el primer paso.

Aunque pase el tiempo |SukuIta, Omegaverse|✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora