3- Voces a escondidas

43 11 3
                                    

La tripa me suena demandando comida y no me queda más que levantarme. La oscuridad de mi habitación es casi penumbrosa pero logro distinguir la figura de Lisa en su cama. Parece estar a punto de roncar y su pecho sube y baja con lentitud. No quiero despertarla pero tengo que salir a comer algo o no podré pegar ojo en lo que queda de noche. El reloj indica que son las cinco menos cuarto. No voy a esperar hasta dentro de tres horas para que toda la casa este funcionando y pueda probar bocado.

Mi silla está al lado de la cama, entre la mía y la de Lisa, por lo que solo hago un pequeño esfuerzo, aunque agotador, para sentarme en ella. La silla nueva, regalo de Dante, es una maravilla. Es cómoda, rápida y no produce casi ningún ruido pero lo mejor es que se conduce a través de un pequeño control manejable, solo tengo que mover mis dedos sobre él y la dirección será establecida además de la velocidad a la que yo quiera ir.

Antes de salir me pongo una camisa grande que encuentro en el maletín y salgo por la puerta haciendo el mínimo ruido posible. El pasillo está iluminado por una sola luz al final de este y me fijo en una cosa de la que ayer durante la llegada no me había dado cuenta. Al final del pasillo se encuentran unas estrechas escaleras que dan a la segunda planta.

Ahora solo tengo que buscar la cocina pero cuál puerta dará a ella. Algo me dice que se encontrará en una de las puertas cerradas que están casi al final del pasillo así que tendré que abrirlas para saber qué se halla del otro lado.

Avanzo por el pasillo lo más despacio que puedo, sé que en la primera planta solo se encuentra mi habitación y otras salas necesarias pero por si acaso no quiero llamar la atención desde el primer día.

Casi al final del pasillo hay tres puertas, dos del lado izquierdo y una un poco más alejada a mi derecha. Me decido entrar en la primera más cercana a mí del lado izquierdo pero cuando giro el pomo unos susurros llaman mi atención. Las voces vienen de la última puerta y la curiosidad me invade todo el cuerpo.

Suelto el pomo de la puerta que ya estaba un poco abierta y avanzo hasta la más alejada de todas. Pego mi oído a la puerta y me sorprendo al identificar a los dueños de esas voces. Son Samuel y su chica, Melissa. Me impacta saber que ella está aquí, había pensado que Samuel tendría un poco de respeto por las dos y nos mantendría separadas, cada una en su sitio. Yo en la casa grande y ella en el apartamento en que se suelen ver y que está a su nombre. No tengo nada en contra de Melissa, ella es única en la Organización por su belleza tanto física como emocional y me parece bella la relación que comparten pero no creo que sea buen visto que compartamos hasta el mismo sitio de residencia. Samuel debería saber bien lo que está haciendo, no creo que mi hermano comparta sus mismas ideas una vez que la noticia se riegue como chisme.

- ¡Cállate! - Escucho con sorpresa la orden de Melissa. - Esto que estás planeando va en contra de todo lo acordado. ¿Tan siquiera lo sabe tu esposa?

Mi cuerpo se congela al escuchar sus palabras. ¿Qué es lo que está escondiendo?

- Sabes que estoy en peligro y en ella no confío para el plan -. Sus palabras no me molestan lo más mínimo. Aquí no puedes confiar ni en el que cuida tu espalda. Mi mente solo puede pensar en una cosa cuando desgloso sus palabras. Samuel puede ser el traidor del que todos los hombres hacen mención desde hace algunos meses y eso me deja un poco trastocada.

Esa sería una buena forma de acabar con esta payasada de matrimonio pero tengo que saber bien cómo utilizar esa información y conseguir las pruebas necesarias que la demuestren. Solo así podría divorciarme aunque el costo sería la vida de Samuel a cambio.

Continúo escuchando su discusión que cada vez me deja más descolocada.

- Bueno, - continúa Melissa - tú sabrás lo que tienes que hacer pero no me quedo más en esta casa. Hay cosas que será mejor evitar.

Rodando en Mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora