19- La noche del compromiso

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...ya la tenemos jefe...

.....sigue siendo la más hermosa....

..despiértala.....

Un olor extraño se respira en el ambiente, es insoportable. Mis ojos se abren de a poco, siento que he dormido por años. Hay luz y oscuridad, la base de mi existencia son esos dos simples polos, luz y sombra, oscuridad y claridad. La habitación en la que estoy se va aclarando ante mis ojos. Parece un almacen, láminas de aluminio se extienden por todas partes y no estoy sentada donde usualmente sino en una incómoda silla a la cual estoy pegada. Tengo cinta adesiva por todas partes, en mis tobillos, en mis muñecas, en mis codos, también en mis rodillas y al intentar maldecir y cagarme en todo me doy cuenta de que, además, mis labios han sido callados con un pañuelo entre ellos.

- Ya está de vuelta - la voz de Taylor llega a mis oídos desde mi espalda. Hija de puta, ¿qué carajos has hecho?

La puerta del almacén se abre de par en par y la figura de un viejo conocido, bien sonriente, me da la bienvenida.

- Bienvenida de vuelta a Chicago. Hace mucho tiempo que no nos vemos y me alegra decir que estás aun más hermosa que antes.

Quisiera gritar de sopresa, o de horror, pero no puedo, la mordaza me lo impide, y mi secuestrador se ha dado cuenta.

- Taylor quítale ese trapo de la boca - las órdenes se ejecutan en segundos y mi boca queda libre. Tengo los labios entumecidos, seguro de la cantidad de horas que llevo amordazada.

- ¿Por qué me secuestraste? - La más importante de todas las preguntas que ahora mismo rondan mi cabeza. ¿Dónde estoy? ¿Spencer sabrá que estoy desaparecida? ¿En dónde diablos está mi silla? Y, los diez mil dólares con los que cargaba, a dónde se han ido.

- Has cambiado mucho desde la última vez. Ya no soy capaz de reconocerte. Cuando te ganes mi confianza tendrás la respuesta que buscas.

Otro que utiliza los mismos métodos que el retorcido de Samuel. Como si yo tuviera que ganarme las cosas con él, más bien son él y su ayudante traicionera los que deben de ganarse mi confianza, ahora que la han perdido.

- Han pasado muchos años Charlie Wilson.

- Taylor, márchate - una orden, simple y directa. La chica a mis espaldas protesta con mala cara pero obedece marchándose y al salir cierra la puerta del almacén.

Otra vez somos él y yo, igual que hace mucho tiempo atrás. En sus ojos veo el mismo enamoramiento infantil que lo cegaba de niño, o no tan niño si recuerdo bien las edades que teníamos. Yo acababa de cumplir los dieciséis y él se unía por completo al negocio con sus dieciocho años. Lo nuestro siempre fue imposible aunque él nunca lo creyó. Primero, al deshacerse nuestro compromiso después de quedar discapacitada y segundo, al contraer matrimonio con su archienemigo. Claro como el agua quedaba nuestro destino, estar separados para siempre.

- Ahora soy Charles, no soy tu marido para que uses diminutivos conmigo, además, ahora soy un importante miembro dentro de la Organización

- Felicidades entonces. ¿Te casaste?

- Nunca.

- Deberías. La vida marital no suele ser tan aburrida como antes pensaba - y lo confirmo. Desde que me casé con Samuel mi vida no ha parado ni por un segundo de dar vueltas. Amenazas, humillaciones, disparos, caminar nuevamente, disfrustar del sexo, matar al chico con el que solía tener sexo, droga, infinidad de sucesos que culminan con un secuestro. ¡Qué más!

- Claro... - suspira mientras niega varias veces con su cabeza. - Te resultan menos aburridos los besos de Samuel que los míos.

¿Pero qué carajos? ¿Cómo diablos lo sabe?

Rodando en Mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora