*ACLARACIÓN: El título lo dice todo.*
La semana anterior ha sido la más convulsa que he vivido en este año y aunque, por casualidades del destino o por extorsión de mi más reciente enemigo, vuelva a repetirse otra semana así, esa y solo esa me dejó cicatrices. Y como cualquier niño herido que llora y chilla buscando un dulce como premio de consolación yo también busco mi premio. Esta nueva semana que comienza va a tratarse sobre eso pero todo tiene su por qué, todo tiene un comienzo y el mío ocurrió hace siete días atrás.
Tan solo hace siete días descubrí el por qué de mi regreso a Chicago, una boda. El destino está siendo muy sarcástico conmigo. No pudo ser otra persona sino yo la que volviera a revivir el tercer peor día de su vida en una boda desconocida. Desde que atravesé el altar, poco antes de la novia, los recuerdos de ese horrible día comenzaron a salir de mi cabeza. Era algo muy diferente a lo que me ocurría siempre porque esa vez no solo recordaba sino que lo veía todo. Al mismo tiempo en que me olvidaba de Abraham, el novio, y la mirada cielo de Samuel me consumía.
Pocas horas después me reencontré con Andrew - Que su alma descanse en el infierno. - y me amenazó a lo grande, cosa que no es ilegal, como él mismo dijo, pero que mi cuerpo no recibió con mucha alegría y hoy está muerto.
Siguiendo el orden cronológico de los hechos (o tratando porque ya me adelanté al momento de la muerte del desgraciado). Sus amenazas sacaron a la luz una parte de mi que disfruta del hurto y bueno, también disfruto mucho de la poca inteligencia de Samuel al entregarme tan fácil la combinación de su caja fuerte. La cosa es que le robé una pulsera con piedras de zafiro que no llegaba ni a la mitad del valor pedido por Andrew y... bueno.., lo que sigue ya estoy cansada de recordarlo.
Uno..Dos....Tres..Cuatro..
Me deshice de la pulsera por veinte mil dólares para, segundos más tarde, entregar la mitad a una pobre madre desesperada.
Para acabar el cuento está el secuestro. Mi propia criada (ojalá lo fuera pero no, es solo una chica que limpia el piso) que resultó ser una gran actriz, me secuestró en plena calle y me dejó en las manos de otro estúpido ex que está obsesionado conmigo. El gran problema que me queda por resolver es precisamente con él y si no hago lo que él quiere tendré una bala dentro de mi cabeza. Lo peor de todo es que no tengo ningún plan y mis horas están empezando a convertirse en pasado.
Otras cosas también han pasado pero no les voy a dar la importancia que cualquier típica chica les daría.
Entre esas cosas se encuentran el beso que compartimos Samuel y yo en su estudio. Que no fue solo un beso sino un complemento de besos, miradas, manos escurridizas y frases porno. Lo reté a tener sexo conmigo, las cosas como son, aunque esto último lo pensé con la cabeza bien fría minutos después que Melissa abandonara mi cuarto. Para rematar el juego, o complicarlo, esta chica vino personalmente a darme las gracias por el favor que les hice a ella y a su madre. Pero eso no se quedó ahí.
Melissa, la amante de Samuel, la chica más hermosa de la Organización, alta, de ojos azules y pelo en llamas. El manjar que todos los hombres quisieran tener en sus camas y que solo uno tiene la ''suerte'' de poseer. Todo eso es ella y, es infeliz.
Siento mucha lástima por Melissa pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo, la culpa de que sea infeliz no es de nadie más que de ella, no de Margaret, no de Samuel ni mucho menos es mía. Pero es a causa de ella, no de nadie más, que he decidido que esta semana se trate de premios. Hablar con Melissa y escuchar su verdad, su historia, su pasado me ha hecho darme cuenta de que no soy el centro del universo. Me ha hecho ver la realidad. Ahí fuera hay muchísima gente que tiene miles de problemas y yo debo hacer algo, debo ser parte de esa vida y ayudar a los que lo necesitan.
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Rodando en Mentiras.
AcciónEnma es una chica que ha pasado por mucha mierda pero que la llamen loca sobrepasa todo. Su marido de mentira ha decidido que lo mejor sería un tratamiento en Francia y ella solo puede pensar en pulsar el gatillo. Quédense junto a mí para conocer e...