5- ¿Amigas?

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Desde que escuché la voz de Melissa a través de la puerta ayer en la noche unos recuerdos insidiosos no han parado de atacarme.

La vez que nos conocimos.

Fue una noche de fiesta. Así es como las chicas de la Organización lo solemos llamar: Noches de Fiesta.

Es cuando las familias de narcos y drogadictos que forman parte de esta mierda, se reúnen para festejar las victorias o, como últimamente sucede, dar parte de los traidores que nos han clavado el puñal por la espalda.

Aquella noche se celebraba una gala benéfica. No para pobres y desamparados sino para los políticos corruptos que suelen consumir el producto que vendemos.

Esa noche el apoyo a la Organización se fortalecía por la incorporación de dos nuevas "moscas" (así los suelo llamar). Henrik Johnson y Michael James. La fiesta se celebraba en la casa de mis actuales suegros y para ese día no tenía ni las ganas de juntarme con la que sería mi futura familia.

.....Tuve que entrar a la casa de los Smith por la puerta trasera. La parte de atrás de la casa era la única que poseía una pequeña rampa por la que subían y bajaban todo tipo de mercancías y esa noche me sentía como una. Una mercancía con precio de venta que se destinaba terminaría en el matadero.

Mi hermano permaneció a mi lado durante toda la gala hasta que apareció Sofía, mi actual cuñada.

Tengo que admitir que es una de las mujeres más bellas que han bendecido esta sociedad inmunda.

Mi hermano no podía apartar su mirada de ella y se la comía con la vista. Bueno, en realidad ninguno de los hombres podía parar de mirarla. Pelo rubio, largas piernas, vestido de unos cuantos miles que resaltaba sus curvas y un físico excelente que no coincidía con la imagen que mi mente pensaba ver esa noche. Sofía y yo tenemos la misma edad y me sorprendió ver la diferencia de poder que separaba a nuestras familias. Mientras mi cara todavía gozaba de acné, la suya resaltaba la finura y delicadeza que solo un tratamiento facial podía permitirle.

Danilo, mi hermano, me abandonó para ir detrás del culo de Sofía y yo me quedé sola, en una esquina y sin nadie para defenderme de las garras de la arpía de Margaret.

Margaret Williams es la hija de una de las moscas más carroñeras que dan su apoyo a la Organización, Gustavo Williams. Solo con mirarlos a ambos reconoces el linaje que recorre sus venas y que, como oí hace algún tiempo en una de estas fiestas, viene de la madre de Gustavo, una vieja francesa que se asentó aquí en Chicago por los años cincuenta y que era tan maligna y fea como ellos.

- ¿Por qué tan sola en una fiesta tan maravillosa? ¿Los chicos no quieren bailar contigo? Ah, verdad que no puedes.

Su comentario solo me da ganas de vomitarle el vestido. De esa forma no se burlaría tanto de los otros y empezaría a preocuparse más por su imagen, aunque no creo que eso arreglaría la pudrición que lleva dentro.

- Gracias por preocuparte por mí pero no pierdas tu tiempo conmigo Margaret. No soy parte de tus juegos.

- Pero por favor qué juegos. Solo deseo divertirme. La fiesta está un poco aburrida y el champán no se me ha subido a la cabeza. Todavía.

Su mirada no para de atacarme y menospreciarme como si fuera una rata. También presiento otra mirada a mis espaldas que me toma por sorpresa al descubrir quién es su dueña.

Es una chica y no se pierde detalle de mi conversación con Margaret.

- Las chicas borrachas no suelen hacer y decir cosas muy bonitas. No creo que alguien como tú quien siempre está hablando sandeces deba emborracharse. Podrías terminar siendo el payaso del circo y no creo que a tu padre le beneficie tan mala promoción. - Me dirijo a Margaret de esa forma. Si nadie es capaz de pararla yo tenía que hacerlo.

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