El clima en las calles de Chicago es apagado, estamos en otoño y las hojas caen de los árboles. Ahora mismo mis ánimos se encuentran como esas hojas, por los suelos, totalmente blandas y secas y sin nada que amortigue su caída desde lo más alto del árbol. Me duele admitir que me he equivocado nuevamente. El plan era mantener un perfil bajo, de esposa cariñosa y ejemplar, pero al oír las palabras de Samuel me he descontrolado. Le he dicho que no me involucrara con su sangre, su sucia sangre. La misma sangre que nos recorre a todos por ser parte de la Organización. La misma sangre que llevo dentro. La misma sangre de mamá, de Danilo y de los niños. Con solo dos palabras los he ofendido a todos, incluida yo, incluidos Aldo y Orlando, que no tienen la culpa de haber nacido en esta familia.
Aunque sí hay algo de lo que no me arrepiento: haberle dejado bien claro mi posición y la suya. Hace muchos años hicimos un trato, un acuerdo que por mi parte se estaba cumpliendo a la perfección. Ninguno de los dos se metía en la vida del otro y cada uno podía hacer su vida con quien le diera la gana.
Él anda con Melissa, aunque la chica no anda con él, y eso me excluye a mí de ''mis deberes de esposa''. Si quiere tener hijos con alguien que sea con ella y si no pues que se busque un vientre de alquiler.
He ido dando vueltas por todo Chicago durante horas. Creo que estoy perdida. Nunca supe con exactitud en qué lugar residía después de casarme y mucho menos se me ocurrió preguntar la dirección de mi nueva casa. Cuando abandoné la casa de Dante no recogí ni mi bolso ni mucho menos mi celular. Llevo horas dando vueltas de un lugar para otro y el hambre y el frío han empezado a atacar mi organismo.
Hoy ha sido un día pésimo, lo único que he hecho ha sido meter la pata una y otra vez. La he cagado sin cesar, primero, al ofendernos a todos y segundo, permitiendo que mi orgullo pensara más que mi cabeza. Estoy perdida, tengo hambre, la ropa que llevo puesta no me protege del frío y esta no es, para nada, la forma en que esperaba terminaría el día.
El sol se está poniendo y el miedo no hace nada más que comerme el cerebro. El horizonte está a mis espaldas y los últimos rayos del día proyectan mi sombra caída sentada en esta silla. Me doy cuenta de que mi sombra no es la única y que otra también me acompaña. Aumento la velocidad de la silla y trato de alejarme, no he mirado en ningún momento hacia atrás pero al ver que mi acompañante acelera el paso me detengo y giro para observarlo.
Sé que no debo detenerme pero lo hago, si la persona que me sigue va a asaltarme terminará perdiendo el tiempo porque no llevo nada encima.
Es un chico, pero no tiene la apariencia de un asaltante, es totalmente lo opuesto.
El chico trigueño que está frente a mí debe de ganar mucho dinero. La ropa que usa es de marca y los músculos expuestos solo los puede tener alguien que no sale de un gimnasio. Su postura es algo extraña. No es como la postura de una persona normal, parece como si estuviera cojo o le doliera la pierna pues se inclina de un lado a otro de una forma que he visto antes en personas que tienen alguna pierna amputada.
- ¿Quién eres y por qué me sigues?
- Tranquila, no soy ningún maleante. Me llamo César ¿y tú?
- No hablo con desconocidos.
Me giro para continuar mi camino y el chico me persigue. - No eres lo suficientemente mayorcita como para estar dando respuestas tan infantiles.
- No estás lo suficientemente crecidito como para darte cuenta de que quiero que te largues.
- Mensaje recibido baby. ¿Sabes lo que pasa? Es que hace como tres cuadras que te veo andar sin rumbo y pensé en rescatarte pero si no quieres mi ayuda puedo irme.
ESTÁS LEYENDO
Rodando en Mentiras.
ActionEnma es una chica que ha pasado por mucha mierda pero que la llamen loca sobrepasa todo. Su marido de mentira ha decidido que lo mejor sería un tratamiento en Francia y ella solo puede pensar en pulsar el gatillo. Quédense junto a mí para conocer e...