9- Triángulo Amoroso

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Las calles de Italia son exactamente como las recordaba. El brillo esplendoroso y cálida sensación de hogar no han desaparecido en todos estos años. - Por favor, chofe, podría llevarnos a nuestra anterior residencia antes de encontrarnos con Samuel.

- Sí claro. ¿Se acuerdan de la dirección?

- Yo no pero quizás Lisa sí.

- No me acuerdo de la dirección exacta - le dice Lisa - pero sí me acuerdo de cómo llegar al lugar. Puedo irlo guiando hasta el sitio.

El chofer asiente y Lisa le va dictando las indicaciones para llegar al apartamento. Samuel nos informó hoy, antes de subirnos al avión, que disponíamos de un chofer que nos llevaría directamente a la mansión que tiene aquí en Roma. Ya no hace falta que nos hospedemos en el antiguo apartamento pero aún así me entraron ganas de visitarlo, es un lugar que me trae muchos recuerdos.

- Espéranos aquí. Ya volvemos - le digo al chofer apenas parquea el auto en el frente del depa. Lisa y yo nos bajamos del carro y el chofer me ayuda a incorporarme en mi antigua silla. Nos detenemos para admirar la belleza del depa que ahora está cubierto de blanco en vez de amarillo. - ¿Lisa quién crees que sea su dueño?

- También puede ser dueña. ¿Tocamos?

- Mejor no tocar. No quiero molestar a nadie.

- Boberías. Yo voy a llamar a la puerta.

Lisa, que la mayoría del tiempo sufre de ausencia de vergüenza, toca el timbre y da varios golpes en la puerta. La figura que nos abre la puerta provoca una parálisis momentánea en nosotras. Yo, en particular, me he quedado muda. ¿Se puede saber qué carajos hace Charlotte aquí en Roma? ¿Qué carajos hace en el depa donde yo y Lisa solíamos vivir?

- Samuel me había informado que ustedes se quedarían en la casa grande - nos dice una dormida Charlotte.

- Sí, lo sabemos. Solo que Enma se antojó de visitar este lugar antes de llegar a la mansión.

- ¿Quiéren pasar?

Lisa me mira y expone una sonrisa totalmente actuada en su rostro. Yo que no he pronunciado palabra desde que vi a la chica solo puedo asentir con la cabeza y tratar de sonreír lo más amigable posible.

La antigua Charlotte no es la mujer que nos brinda su casa. Esta dama, porque esa es la única forma en que puedo llamarla, me parece totalmente desconocida. Ha cambiado el corte de su pelo castaño. Ahora es enormemente largo, le llega hasta la cintura. Sus ojos verdes muestran algunas pequeñas arrugas y su cara se ha moldeado dándole toda la apariencia de una dama de los años cincuenta. Debe de estar en sus treinta pero todavía conserva ese aire juvenil e inocente que no la abandonaba hace cinco años atrás.

- Hola Charlotte - saludo a la chica cuando Lisa y ella se acomodan en los cómodos diván que posee la sala. - Disculpa que sea tan directa pero mi mente se ha quedado en shock al verte aquí en Italia, ¿ha sucedido algo o hay alguna razón de poder que te ha traído a Roma?

- Puedes estar tranquila. No pasó nada malo. El problema fue que Samuel decidió traer a una de las chicas de la casa por uno de sus negocios -. Mi cara debe de ser un poema total porque Charlotte niega varias veces con la cabeza. - No es lo que estás pensando.

- En estos momentos estoy tratando de    pensar pero no me llega nada a la cabeza - le respondo.

- Pensé que por tu reacción te imaginabas que me habían traído aquí por prostitución.

Esta chica cada vez que abre la boca me deja sin palabras. Pensaba que la Organización había dejado de prostituir muchachas pero parece que en esto también me equivocaba.

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