La puerta de mi habitación suena con varios toques. Lisa duda por un segundo y me mira con preocupación pero termina por acatar mis órdenes al salir del cuarto. La figura imponente de Samuel completamente de azul entra por el umbral de la puerta y la cierra desde adentro.
- Estás preciosa.
- Como no lo iba a estar si estoy usando tu presente.
- El blanco representa la pureza pero lo más importante, la paz. Y eso es lo que ambos necesitamos.
- Si querías paz me hubieras devuelto mi dinero. No tenías que haberme comprado lencería. Con esto no ganas nada.
- Te equivocas. Gano una buena vista.
- Y esa es la razón por la que te he dejado entrar aquí. De mí solo obtendrás el recuerdo de verme en ropa interior pero nada más.
Samuel eres un iluso si piensas que esto lo hago por ti. Si estreno este hermoso juego de ropa interior no es para que tú lo disfrutes sino más bien para otro en particular.
- He venido para aclarar ciertas cosas.
- No creo que tengamos nada que aclarar. ¡Ah verdad que si hay una cosa! El momento en que me devuelves mi dinero.
- Tu ex estará en la boda.
- ¿De qué me hablas?
- Tu ex, Andrew. Te olvidaste de él tan rápido. ¡Ah verdad que ahora te gusta otro hombre!
- Un hombre que para mi buena suerte no eres tú.
La cara de Samuel se vuelve seria en segundos. Sus manos a sus costados se cierran en puños y el miedo se apodera de mi al verlo. Es como ver la transformación de cualquier bestia. Una bestia sedienta, pero no de sangre, más bien de odio y de poder. Quiere recuperar el poder que siempre le termino quitando con mis palabras. El poder que quiere sobre mí. El poder que quiere sobre mi alma y mi cuerpo. Un poder que ahora más que nunca desea.
Samuel da enormes pasos hasta llegar hacia mí, yo no me muevo. Si me muevo y huyo lo pierdo todo y ese no es mi objetivo. Me mantengo estática como una piedra mientras lo veo caminar en mi dirección. Yo estoy sentada en la silla que está delante de la hermosa cómoda y dirijo mi cara hacia el espejo. Desde ahí lo veo todo. Samuel se ha quedado a mis espaldas y su mirada y la mía chocan a través del cristal reflector. Está totalmente callado. No dice ni una sola palabra así que yo tampoco digo nada.
Las manos de Samuel se desenvuelven de los puños que antes eran y se dirigen suavemente a mis hombros. El masaje que recibe mi piel es relajante. Empieza por mis hombros, sigue hasta casi empezar mi espalda y sube nuevamente para terminar en mi cuello. Intento no cerrar los ojos pero me es imposible. No sé cómo carajos le he permitido que me tocara pero se siente excelente. Su toque es medicina para mi cuerpo y me duele admitirlo. Cierro los ojos perdiendo contra su ataque al doblegarme ante su masaje seductor. Es realmente delicioso.
- ¿Viste lo bien que se sienten mis manos en tu piel? - Susurra en mi oído.
La combinación es perfecta. Su roce en mi piel y su voz en mi oído me llevan a lo que pudo ser pero no fue y eso me recuerda a la forma asquerosa en que me trató aquella noche.
- Para - le ordeno al abrir los ojos.
Al mirar al espejo choco con su mirada. Es brutalmente hambrienta, es asquerosa, refleja un deseo que me produce náuseas.
- Para. ¿No me escuchaste?
Samuel se ríe abiertamente y vuelvo a sentir miedo. Me parece como si estuviera en una peli de terror en la que el asesino está a punto de matarme. Sus manos avanzan desde mis hombros hasta mi cuello con una rapidez enorme y aplicando cierta presión. Sus dedos se enrollan en mi garganta dejándome casi muda y asfixiada.
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Rodando en Mentiras.
AcciónEnma es una chica que ha pasado por mucha mierda pero que la llamen loca sobrepasa todo. Su marido de mentira ha decidido que lo mejor sería un tratamiento en Francia y ella solo puede pensar en pulsar el gatillo. Quédense junto a mí para conocer e...