Después del toque de queda

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Cuando al fin su madre lo dejó tranquilo, se alejó de allí. Al fin, el día había terminado y sus padres se habían marchado. Caminó rumbo a su dormitorio para tomar una caliente y merecida ducha cuando de repente, divisó una cabellera color tierra a lo lejos.

La cara redonda estaba sentada en una banca, en una zona desierta de la escuela.

Miró hacia ambos lados, de un lado, unos alumnos de la clase 1B yendo a entregar su disfraz de la obra de teatro que habían presentado en el día de hoy. Del otro lado, unos chicos de la 1C también yendo a entregar sus disfraces de la casa embrujada. Por allá, unas chicas del concurso de belleza reían y caminaban rumbo a los dormitorios.

Cuando regresó su vista a la cara de ángel, esta ya se había levantado de la banca y caminaba sin rumbo fijo, posiblemente a los jardines, que estaban desiertos.

Katsuki la siguió. No sabía qué o cómo podría hacerla sentir mejor, ya se había dejado abrazar por ella. No sabía si necesitaba estar sola o decirle algo más, solo quería alcanzarla.

—Ey, cara redonda.

—Ah, Bakugou, hola —esta se sobresaltó.

—¿No has perdido la beca, verdad? —no se le ocurría una mejor excusa para hablarle.

—¡N-no! ¡Aquí está! —sacó de su bolsillo el sobre—. Ya le comenté a mi madre que conseguí una beca, aunque no le di muchos detalles porque no quiero que malinterprete nuestra relación...

—Qué consuelo.

—Ella suele preocuparse mucho por mí —Explicó—. Por cierto, te vi con tus padres hace rato...

—Ah —Katsuki se sonrojó, su madre suele comportarse como una vieja bruja todo el tiempo—. Esa mujer está loca.

Ochako se quedó callada. Katsuki esperó que ella no se molestara con él por expresarse así de su madre, la chica podría gustarle mucho pero eso no quería decir que se guardaría sus comentarios y su personalidad agresiva de siempre.

—Pero, estoy segura que ella te quiere mucho.

Después de un silencio, Katsuki contestó:

—Nunca dije lo contrario.

No supo cuánto tiempo ni cómo pasó, pero Ochako y Katsuki terminaron sentados uno enfrente del otro hablando de sus familias.

—Vaya, tu madre suena a que da miedo, por otro lado tu padre suena tan agradable —le dijo.

—La tuya suena amable pero igual te limita mucho, debería confiar más en ti. De tu padre no puedo opinar mucho, dices que siempre está trabajando.

—Sí...

De repente, la luz del farol se apagó.

—Pero, ¿qué rayos? —Katsuki puso la lámpara de su celular, y se percató que pasaban de las diez de la noche—. Maldición, nos pasamos el toque de queda.

—Oh, no, si nos atrapan estaremos castigados.

—Cállate, no hagas ningún ruido y sígueme. No nos van a atrapar mientras sigas lo que yo te digo.

La cara redonda asintió.

Regresaron en silencio a los dormitorios, únicamente guiados por la luz de la luna. El camino fue bastante aburrido. Cuando abrieron la puerta, una silueta los recibió.

—¡Ah! —gritaron al mismo tiempo, a excepción de Bakugou.

—Cállense, imbéciles —susurró el rubio ceniza, apuntó con una linterna a la silueta, la cual pertenecía a Deku.

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