La carta

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Hola, Katsuki.

Perdona por llamarte así, nunca antes te había llamado así y me hace sentir rara.

Te estarás preguntando, por qué rayos te di esto, si quien me gusta es Deku.

Bueno, ya no me gusta. O por lo menos, nunca me gustó de la forma en que lo haces tú.

Verás, perdona pero tendré que hablar de lo que sentía por Deku para explicarte. Deku me gustó porque fue el primer hombre que no me trató como lo habían hecho los demás. Diría que el segundo fuiste tú. Pero eso solo fue un azar, pues tú entraste el segundo día.

Bueno, en realidad nunca había convivido con un hombre lejos de mis padres, y como siempre me vigilan, me mantenía al margen.

Al principio me obsesioné con Deku porque representaba todo lo que no podía tener. Diversión. Fue mi primer amigo de verdad. Pero luego... las cosas no pasaron a más. Creo que no pasaron a más porque sin darme cuenta yo solo lo idealizaba y realmente no avanzaba. Hacía de todo pero realmente nada de lo que hacía era divertido. Y a Deku como que no le importaba, por lo menos de forma romántica.

Conforme me iba haciendo más cercana a Deku, mis sentimientos se distorsionaban. Creo que me di cuenta de que realmente no me gustaba y solo era un capricho de niña boba.

Es gracioso, pero él me aconsejó escribir esta carta. Aunque no sabe para quién es. Creo.

En cambio, contigo, las cosas se dieron tan sutilmente... No me di cuenta, hasta que ya estaba muy perdida. Quizá si no hubiera estado al pendiente de Deku todo este tiempo, creyendo que me gustaba, hubiera podido darme cuenta antes de lo que siento.

Tú me haces muy feliz y no es por tu dinero. No. Me divierte hacer cosas contigo. Y no de la misma forma en que Deku lo hace. Deku es mi amigo, de eso no tengo dudas. Tú también, pero, me gustaría que fuéramos...

Suena tonto, pero no sé qué quiero ser. Es decir, solo no quiero que nuestra relación cambie. Quiero ser feliz a tu lado como lo soy ahora. Y quiero que tú lo seas a mi lado.

Sé que están prohibidas las parejas en el internado, pero podemos ser discretos.

No prometo nada, no tengo experiencia en absolutamente nada. Mis padres son de la idea de que primero debo casarme para conocer a mi pareja, pero yo quiero conocerte primero.

No sé qué pienses de todo esto, pero por favor, no me odies, no es mi intención molestarte.

Te preparé chocolate en las cocinas comunitarias, sé que no te gustan los dulces pero no podía hacer otra cosa. Así que es chocolate amargo, espero al menos puedas disfrutarlo.

Si no quieres volver a hablar conmigo, lo entenderé. Pero al menos, dime lo que piensas de esta confesión a la cara. Solo eso te pido.

Bakugo guardó la carta cuando terminó de leer. Abrió la bolsa de chocolates y se llevó uno a la boca. Sabía bien. Estaba escondido en la azotea de la escuela, aquí nadie solía venir. Por lo menos no en la hora del almuerzo.

Se sentía tan avergonzado, ¿ahora qué haría? Todos habían visto esa escenita que Mineta había armado.

Suspiró, cansado.

¿Realmente no era un sueño todo esto? No lo podía creer.

¿Qué iba a hacer? Estuvo un rato meditando, hasta que se decidió. Le iba a corresponder. Como dijo Ochako en la carta, pueden ser discretos. Y no le importa si los padres de la cara redonda no lo aceptan, él haría lo posible para que no los separaran. ¿Su madre le daría permiso a él? También tenía que hablarlo con la psicóloga y pedirle su opinión. Aunque tenía que ser sutil para que no los descubrieran.

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