Gorda

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—Katsuki, ¿estoy gorda? —se animó a preguntar, tímidamente.

Estaba sentada a su lado en la cama, dentro de su habitación. Sus padres creían que estudiaba en la biblioteca con Asui, claro que era mentira.

—¿Me estás hablando en serio? —le respondió chasqueando la lengua con un tono malhumorado—. Yo te veo bien.

A continuación, regresó su vista al videojuego que jugaba en el escritorio; llevándose un montón de papas con salsa picante a la boca. Uraraka no pudo evitar bajar su vista a la bolsa casi intacta de mochis que el rubio ceniza le había comprado. La etiqueta decía 188 calorías por porción. Apenas y había mordisqueado uno, con algo de culpa.

—La semana pasada me llevaron a comprar el vestido de novia —soltó rápidamente, sin más.

—Mierda... —murmuró, luego de un Game Over que se escuchaba desde el computador. Lo apagó y giró su rostro para verla, brindándole toda su atención.

—Esa gente está gastando mucho en mí... y-yo... he intentado decirles a mis padres que no quiero casarme pe-pero...

Las lágrimas le nublaron la vista; entonces sintió un cálido abrazo que la envolvía. Aspiro su aroma; un olor suave a quemado. A algunas personas les resultaría desagradable, pero para ella era reconfortante.

Comenzó a relatarle lo que había intentado hacer para convencer a sus padres de que no deseaba casarse con Neiko Monoma y el porqué tenía tanto miedo hasta ahora.

—Ma... madre —le llamó entrando a la cocina.

La señora Uraraka tarareaba mientras hervía un poco de curry en la olla.

—¿Si, mi niña? —le preguntó, sonriéndole dulcemente.

Tragó seco, un poco nerviosa.

—He pensado un poco sobre la boda y... Bueno, realmente no conozco mucho a Monoma, ¿que-qué tal si... no nos llevamos bien?

—¿De qué hablas, linda? —la mujer regresó su atención a la olla, sacó un cuchillo y empezó a picar las verduras recién lavadas—. ¿Cómo sabes que no se llevarán bien? Es un hombre inteligente y trabajador, lo que toda señorita como tú anhela.

—He pensado que quizá debería de entrar a la universidad —susurró, con el miedo subiendo por su cuerpo.

—¿A la universidad? ¿Para qué? —le dedicó una mirada fugaz y regresó su vista a la comida que preparaba—. No necesitas perder el tiempo en más libros, yo estoy perfectamente sin haber ido. ¿Qué te sucede, Ochaco? ¿Te sientes bien? ¿A qué se debe tanta inseguridad? A Monoma le gustas, que estudien las chicas feas que nosotras no lo necesitamos —la señora se rió de su propio chiste, luego agregó—: Bueno, te sentirás más linda cuando bajes de peso; te lo aseguro. Ya conseguí la báscula para medir tu progreso.

Esa misma tarde, se había subido a la báscula mostrando un peso de 53 kilos. Al menos tendría que perder unos diez kilos para una boda que ni siquiera se celebraría. ¿Se libraría de ello, verdad?

—No estás gorda, ve —Katsuki le mostraba una fotografía de su celular, donde aparecía una tabla de medidas—. Aquí dice que 53 kilos es un peso saludable para una adolescente de tu estatura y edad; así que sácate toda esa mierda.

Se mordió el labio, nerviosa.

—Estoy segura que no importa lo que haga o diga, mis padres no cambiarán de idea respecto al matrimonio —le dijo con un tono melancólico—. No puedo hacer nada más que esperar cumplir la mayoría de edad, pero detesto que la familia Monoma gaste tanto dinero en los preparativos.

CalmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora