Delincuente

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El de ojos carmesí se les quedó viendo a los tres, parado en la entrada sin saber qué hacer o decir. Entonces, se percató del rostro lloroso de su amada y la mejilla roja e inmediatamente se puso en alerta.

—Buenas tardes —saludó, tratando de no verse como un imbécil.

—Me voy —Ochaco habló—. Estoy cansada y cómo les dije, ya tengo donde vivir.

Apenas dio unos pasos, su madre habló:

—Es él, ¿verdad?

—Claro que es él —su padre molesto, caminó hasta la entrada y lo tomó de la camiseta metiéndolo a la casa.

—Papá, suéltalo.

—¿Tú eres el que le robó la virginidad a mi hija, verdad? —el hombre comenzó a demandar, furioso— ¿Tú le lavaste el cerebro para que diga semejantes estupideces? —lo zarandeaba hacia adelante y atrás con fuerza—. ¿Tienes idea de lo que has hecho? ¿Te divierte jugar con ella? ¿A cuántas más les has lavado el cerebro?

—Ochaco, por Dios, es un delincuente —la mujer lo señaló con repudio sin podérselo creer. ¿Cómo su adorable hijita iba a salir con una persona como este sujeto? Era inaceptable, definitivamente sería el hazme reír de todos—. ¡Mira cómo viene vestido!

La castaña quería que se la comiera la tierra. Ahora mismo creía que más humillada no podía estar. Le dedicó una mirada de profunda vergüenza a su novio, el cual lucía confundido por toda la situación.

—¿Trabajas para la yakuza? —inquirió su padre, taladrando con la mirada.

—No.

—No mientas, tienes cara de delincuente.

—Éramos compañeros en la preparatoria —explicó la de cara redonda, aún roja de la vergüenza.

—No puedo creerlo, mi propia hija cometió adulterio justo antes de casarse...

—Salimos desde mucho antes de conocer a Monoma —interrumpió a su madre que comenzaba a quejarse y llorar aún más—. Llevamos dos años saliendo y nunca les dije nada porque sabía qué iban a reaccionar así.

Nuevamente se le quebró la voz y las lágrimas no se hicieron esperar. El de ojos carmesí se soltó con un movimiento ágil del agarre del hombre y se acercó a su amada, colocando un brazo por encima de sus hombros.

—Ya nos vamos —anunció sin esperar respuesta, ayudando a caminar a su novia.

—No se van a ningún lado, quiero saber que te harás responsable de lo que sea que le suceda a mi hija —nuevamente el hombre se interpuso sin dejarlos pasar—. Si la dejas embarazada y no te haces responsable será el hazme reír de todo el mundo y lo sabes; no puedo permitir que mi hija salga con una persona como tú.

Katsuki se tomó del puente de la nariz, empezando a sentir la cólera subir por todo su cuerpo. Recordó los ejercicios de respiración que había trabajado con su terapeuta, pero creía que no era suficiente. Se llevó una mano al bolsillo, sintiendo las pastillas recetadas por su psiquiatra con el que apenas llevaba una sesión.

—Ochaco, este joven no te ama, entiendelo.

Sintió a su novia aferrarse más a él, sin querer escuchar lo que le decían.

—Déjenos ir o levantaré una denuncia por acoso —les respondió, sacando la tableta de la caja a través de su bolsillo y rápidamente se la metió a la boca tragando sin agua; lo que le raspó la garganta.

—¡Drogas! —gritó su madre—. ¡Date cuenta, hija! ¡Se acaba de tragar una pastilla de Dios sabe qué!

—Es medicamento —les explicó, con la voz ronca—. Con prescripción médica de mi doctor así que no les importa.

CalmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora