Adiós, mamá y papá

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—No quiero volver a mi casa, ¡hip! —se había emborrachado y ahora lloriqueaba en el sofá—. No quiero ver a mis padres, ¡hip!... —sintió como el rubio ceniza le acariciaba la espalda, reconfortandola—. Ni siquiera se dignaron a ir a mi graduación, yo no les importo nada... ¡hip!

—Si no quieres volver a tu casa, no regreses —le dijo Mina, muy borracha también. Había llegado y se abrazaba de la mejillas como íntimas amigas—. Mis padres me han regalado un departamento por mi graduación y estoy buscando una compañera ¡y tú eres perfecta!

—Pero no tengo trabajo —lloriqueó.

—Conseguirás uno —Hagakure llegó también, abrazándola.

—Pero no tengo ni idea de cómo... ¡hip! —el rubio ceniza las miró con una ceja enarcada, definitivamente estaban muy borrachas—. Nunca he trabajado en mi vida, ¡hip!

—Conozco al dueño de una tienda de maquillaje, están buscando dependienta y cumples con los requisitos —Mina había tomado su rostro con sus dos manos y ahora le hablaba como si se tratara de una coach de vida—. Así que mañana a primera hora te presentarás, ¡¿entiendes?!

—¡Ah! ¡S-sí!

Bakugo las miraba de lejos, decidiendo que no eran un peligro para su mochi. Suspiró de tranquilidad al ver como su novia se relajaba un poco más ahora junto a aquellas chicas. ¿Estaba hablando en serio? ¿Ya no volvería a su casa? Realmente no le importaba mucho aquello, es decir, sus padres eran unos imbéciles. Definitivamente Uraraka estaría mejor lejos de ellos. Pero... ¿cómo se lo tomarían? ¿Habría un escándalo enorme por cancelar la boda de último momento? ¿Irían a buscarla por todas partes hasta dar con ella?

Él regresó a su casa en un taxi junto a Deku, Ochaco se quedó a hacer una pijamada con sus amigas después de la fiesta en la casa de la pelinegra.

La dejó allí, esperando que todo pudiera salir bien.

Despertó con los rayos del sol colándose por su ventana. Notó un fuerte dolor de cabeza inmediatamente, ¿cuánto había bebido? Entonces, los recuerdos de anoche le recordaron la situación en la que se encontraba.

Rápidamente encendió su celular, que estaba dentro de su bolso junto a todas sus pertenencias en una esquina de la habitación de Momo.

Cincuenta llamadas perdidas desde las siete de la noche hasta las cinco de la madrugada... Y doscientos mensajes sin leer; todo de parte de sus padres.

Sintió que su garganta se volvía más estrecha, le costaba respirar. ¿Qué excusa les iba a dar? Entonces, recordó que en menos de un mes cumpliría dieciocho y ya no tendría que vivir con ellos. También recordó la invitación de Ashido a ser su compañera de piso y cómo le sugirió ir a solicitar trabajo a una tienda de maquillaje. Decidió que estaba hecho, así que antes de arrepentirse envió un mensaje a sus padres.

Estoy bien, no se preocupen, solo fui a una fiesta y apagué el celular. No voy a casarme con Neiko Monoma, estoy cansada de ocultar mis verdaderos deseos respecto a lo que quiero para mi vida. He tratado de decirles pero parece que no me escuchan, así que es momento de que lo sepan. Pronto cumpliré dieciocho por lo que puedo irme de la casa ya, si es que ya no quieren volver a verme.

No esperó respuesta, rápidamente después de enviarlo apagó el celular.

Ese día fue agotador, desayunó junto a sus amigas en la cocina y pudo avisarle por el celular de Asui a Katsuki que se encontraba bien. Eran las cinco de la tarde cuando llegó con Mina al nuevo departamento.

—No hay muchos muebles pero estoy segura que juntas dejaremos el lugar muy bonito —una entusiasmada pelirosa le mostró—. Dime, ¿de qué color deberíamos pintar las paredes?

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