29: LA VERDADERA MALDAD
Mi cuerpo me pesa.
Mis rodillas están contra el suelo y tengo los brazos dormidos por culpa de las cadenas que están atadas con fuerza a mis muñecas y que me obligan a mantener mis brazos en alto. Un pinchazo en la cabeza provoca que el dolor que ya sentía se multiplique por diez, obligándome a hacer una mueca.
Siento un calor sofocante alrededor de todo mi cuerpo y no es hasta que abro los ojos cuando me doy cuenta de que estoy rodeada de grandes y poderosas llamas, que dan la sensación de querer abalanzarse sobre mí en cualquier momento. Algunas son más grandes que otras, sin embargo, todas me provocan el mismo terror de ser quemada viva.
—Hasta que por fin despiertas —solo tengo que levantar la cabeza para poder ver a Hades justo delante de mí, mirándome con una sonrisa de superioridad y suficiencia—. ¿Has dormido bien? —Se burla.
—Es patético que tengas que tenerme atada para sentirte superior a mí, cuando en realidad solo eres un ser ridículo y lamentable que no es capaz ni de realizar planes efectivos —se acuclilla frente a mí, sin borrar su sonrisa.
—Admiro tu valentía, Aria, no todo el mundo es capaz de insultar al Dios de la Muerte —inclina su cabeza hacia un lado—. Tienes valor, supongo que eso es algo que llamó la atención de mi hijo, una pena que eso no fuese suficiente.
—Si vas a matarme, ¿por qué no lo haces ya?
—Porque eso sería demasiado fácil, y eso es lo que tú quieres. Primero te voy a explicar algunas cosas.
Coge una de las sillas que decoran la mesa de su gran salón para sentarse frente a mí. Con un movimiento con la mano, obliga a las cadenas que me atan a recogerse y enrollarse en el palo de hierro que cuelga del techo. Trato de resistirme y hacer fuerza para impedir que la corta longitud que tienen ahora las cadenas me obliguen a levantarme, pero no lo consigo, lo único que logro es que el acero que envuelve mis muñecas desprendan un calor insoportable y extremadamente doloroso.
—No te resistas, cada vez que lo hagas, esas cadenas te quemarán —las cadenas se detienen, al igual que el dolor cuando dejo de poner resistencia—. Bueno, Aria... Supongo que tienes muchas preguntas que hacer, ¿verdad? Preguntas que Calix se ha negado a responderte.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Pero yo sé que sí. Aprovecha ahora que podrás saber toda la verdad. Primera pregunta —muerdo mi lengua, conteniéndome.
Hay dos preguntas que llevo tiempo queriendo saber, pero me niego a preguntarle nada. No quiero hablar con él, no quiero estar aquí. Solo quiero que me dejen en paz.
—Quieres saber cuál es el plan que tanto Calix como yo hemos organizado, ¿cierto? —me quedo en silencio— Planeo mi venganza.
—¿Tu venganza para qué? —La pregunta escapa de mis labios antes de poder detenerla.
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CALIX #1
General FictionLa palabra discreción no significa nada cuando se trata de Huntsville, los rumores en un pueblo tan pequeño como este se extienden casi tan rápido como se disuelve una ola en la arena, tras romper sin delicadeza y brusquedad sobre la superficie para...