La palabra discreción no significa nada cuando se trata de Huntsville, los rumores en un pueblo tan pequeño como este se extienden casi tan rápido como se disuelve una ola en la arena, tras romper sin delicadeza y brusquedad sobre la superficie para...
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—No necesito a nadie para ir a buscar a Aria. Ha sido una pérdida de tiempo ir a buscar a Apolo, sabía de más que iba a negarse a ayudarnos —digo, mi voz está cargada de furia, y desde que llegamos a casa no he sido capaz de controlar mis emociones.
—No seas tan orgulloso, tú solo no tendrás el valor de enfrentarte a papá.
–—Eso está por ver, hermanita —sonrío de lado—. Será mi padre, pero se ha metido con la persona equivocada y por ello voy a hacerlo pagar.
—Deja que vayamos contigo, al menos —suplica Tayson.
—No.
—Vamos, tú solo no vas a poder, nos necesitas —echo un vistazo a mi hermana, que asiente, dándole la razón a Tayson.
—Bien. Vamos a salvar a Aria.
Regresar al Inframundo siempre me ha transmitido ese sentimiento característico que se tiene al volver a casa, de vuelta al hogar, sin embargo, esta vez es un sentimiento completamente diferente el que siento, esta vez no he venido para disfrutar de los llantos y lamentos de las almas, esta vez no he venido para apreciar la belleza del fuego que me rodea. Esta vez, he venido para rescatar a mi novia.
—Siempre voy a odiar este lugar. Es siniestro.
—¿Aún no te has acostumbrado?
—Oh, sí, claro que estoy acostumbrado a ver las almas deambular por el río Aqueronte mientras lamentan su larga existencia y a ver grandes e infinitas llamas de fuego que parece que en cualquier momento van a matarme quemado y vivo —comenta Tayson sarcástico.
—Ya empieza a oler a perro chamuscado.
—Eres tan cruel —bufa, provocando mi risa.
—Me lo pones tan fácil, Tayson.
—¿Crees que Aria estará bien? —Me pregunta Selene, caminando junto a mí.
—Sinceramente... No lo sé, Selene. Han pasado días, y Hades no es precisamente... Agradable. Si la ha buscado a ella para hacerle daño, ten claro que bien no va a estar.
—¿Crees que está muerta? —Detengo mi paso bruscamente y me giro para mirarla.
—No pienses eso. No lo menciones siquiera. No está muerta.
—Podría haberla matado, Calix, ¿y si es demasiado tarde?
—Ella no va a morir —mascullo entre dientes—. Quien va a morir va a ser Hades como se atreva a poner en peligro la vida de Aria, porque haré incluso lo imposible por cobrar venganza. Sabes que mis promesas no son en vano.
