Capítulo 1

41 4 0
                                    

1 mes después.

Para estar acá tuvimos que hacer algo muy malo.

Cada familia es cómplice de sus propios pecados. Cuando la situación es irremediable, jodida y escabullirse resulta imposible se busca al papa negro. Su poder es casi absurdo pero efectivo, te absuelve de tus problemas sin juzgarte, sin recaer en la justicia. Te salva, encubre, brinda una segunda oportunidad. ¿Cometiste asesinato? Borra las pruebas, ¿la policía te busca? Podrás inculpar a quien quieras, ¿robaste, golpeaste? Todo estará bien.

«Los errores son humanos. Pero no toleraré los errores dirigidos en mal a nuestra familia»

Somos cinco familias... o bueno éramos cinco familias, que se vuelve una sola. Para tener la protección del jefe se deben seguir una serie de pautas. Tenemos diferentes nacionalidades, tuvimos que abandonar nuestros respectivos hogares para entrar al grupo. Comprometernos, fomentar el bienestar del otro, y el más importante: creer en el enemigo de Dios. Seguir al papa negro, su palabra es el punto final. Él nos da su protección a cambio de la creencia y sumisión. A veces cuestiono si en verdad cree que somos una familia. Lo único que tenemos en común son las perversiones que tuvimos que cometer para llegar hasta acá.

—Hoy mismo llegará una nueva familia.

Un silencio sepulcral se extiende por toda la sala. Quienes están desayunando paran abruptamente.  Eso significaba más peso, más secretos, más posibles nuevas traiciones. Y todo terminaba en la muerte.

—Yo... yo creo —José titubea— que estamos bien así.

Error.

Cuestionar, contradecir al jefe era una rápida sentencia.

Mi respiración se vuelve más pesada cuando lo observo, sus celestes ojos volviéndose salvajes, sus expresiones convirtiéndose en rabia pura. Creí que lo mataría ahí mismo, que me obligaría a dejar mi desayuno para acompañarlo en el acto, pero se mantuvo tranquilo, noté lo mucho que le costó, entonces replicó.

—Ahora el pentagrama se encuentra incompleto, necesitamos una familia más para que cubra la punta que se encuentra desocupada a causa de la muerte de los señores Castillo.

—Su hijo vive, puede ocupar su lugar —contesta el esposo de José, también padre de Branco. Todos ellos tuvieron que aprender español—. De lo contrario corremos el riesgo de que vuelvan a traicionarnos.

—No, no volverá a pasar. Las reglas serán más estrictas.

Aún más estrictas. ¿Acaso había algo peor que la muerte?

Ninguno vuelve a refutar, luego de eso todas las familias se retiran. Estoy a punto de irme cuando esta vez el líder se dirige a mí.

—No terminaste tu desayuno, Bianca —su voz suena ronca, indicándome que hace poco despertó.

Miro a todos lados corroborando que mi familia no le escuché. Compruebo que estamos solos.

—No tengo hambre.

—Hace años no tenes.

—¿Qué? —emito en un susurro tembloroso.

—Si no lo vas a terminar vos, podes dármelo.

Oh, era eso.

Empujo mi plato con avena a él, que está justo enfrente, esboza una pequeña sonrisa y comienza a comer. No son los restos, no probé bocado.

—Está rico, ¿segura que no queres?

—Sí.

Alza una ceja. No olvide decir «gracias», solo no quiero decirlo. Si mis padres no están para regañarme contestaré como yo quiera. A él no le debo nada.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora