Capítulo 10

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—¡Señor, ella tiene que ser castigada, tiró a nuestra pequeña a la piscina, la iba a dejar ahogar si mi esposo no la hubiera salvado! —grita la señora Cat, forzando el llanto a la vez que me mira con aversión.

—Bastante idiota —opino.

Simulo no escuchar los gritos de Chanel y su madre dirigidos a mi persona. Estamos en lo que podría llamarse la oficina de Tadeo, acá te recibe cuando llegas, también cuando ocurre algo muy grave. En este mismo lugar se planeo contra los Castillo.

La oficina es el lugar más normal de la mansión, luego está repleta de insinuaciones respecto al señor del infierno.

—Sí, ella será castigada —garantiza Tadeo—. Debo pensar seriamente cómo será, les agradecería un poco de privacidad.

—¡Por supuesto! —sintoniza Cat—, si hay algo en lo que podamos ayudar solo llámenos.

—Eso mismo. Recuerde que soy una cocinera calificada y rápida —le sigue el juego su hija. Acto seguido, se van.

Yo intento hacer lo mismo pero Tadeo habla al instante.

—Vos no.

—Entonces, ¿a qué me hará jugar?

Él ríe sin separar los dientes, exasperado, o fingiendo estarlo.

—¿No te importa?

Estamos lejos uno del otro, cada uno apoyado en una distintiva pared, él cerca de su escritorio y yo lo más lejos posible.

Cruzo los brazos.

—¿Qué?

—Todo.

—Eso no es muy específico.

—¿No te importa perder a todos? ¿Ahogar a Chanel? ¿Pelear con tu madre? ¿Vomitar?

—Primero que nada, yo no vomito, que Chanel sea una idiota y no sepa nada de trastornos alimenticios y solo haya asumido que vomitaba, no es mi culpa.

—¿Y el resto?

—No tengo porqué responder.

—Deberías, en mis manos está tu futuro. ¿Te gustaría salir, Bianca?

Me paralizo.

—¿Salir?

—Salir de la mansión —aclara, eso ya lo sé.

Mis manos pican y siento como la importancia de mantener oculta una mentira escala por mi cuello y me incendia el rostro.

—¿Me dejarás irme?

—¿Eh? ¡No, claro que no! Venderé mi casa en Tandil, hay un cliente interesado y debo viajar el lunes.

—¿Y eso me importa por...?

Se despega de la pared, acercándonos más, se sienta en su escritorio.

—Vendrás conmigo, no puedo perder de vista a una rebelde —se burla.

—Que buena excusa para tenerme a tu lado.

Vuelve a reír sin gracia.

—Me gusta cuando fingís que no te importo, que no te gusto. Es divertido verte luchar contra vos misma.

—¿Cuál será mi castigo? —le corto.

—Ninguno si aceptas mi invitación.

—¿Y si no la acepto?

—Vendrás igual, Bianca.

Resoplo.

—Bien, con una condición.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora