No confíes, Bianca.
No confíes en nadie.
Todos terminan dispersándose. Observo a mi familia pasar, Zoé dándome ánimos con su mirada, Valeria y Benjamín ignorándome y cuando creo que Juan hará lo mismo, se detiene al lado de Tadeo, que por sus músculos tensos y sus sombríos ojos no transmite nada bueno.
—Perdónala, Tadeo, se le habrá pasado el tiempo. Vos sabes que mi niña nunca faltó a una reunión y siempre mantuvo el respeto.
Tadeo me mira fijamente.
—¿Es así, Bianca?
La primera parte era cierta. Sería una «casi verdad», me conformaba con eso. Sonreí brevemente.
—Palabras santas.
Kayden ahoga una risa que disimula con una tos. El genio de Tadeo empeora. Ah, cómo me gustaba hacer eso. Por otro lado, mi padre me manda una advertencia con la mirada.
—De todos modos no puedo castigarte, Bianca. Viajarás en dos días y de ser posible te quiero enterita.
—Es muy amable de su parte, señor.
—Tenes permiso para irte, Juan —Tadeo de una forma educada y con aquella elegancia que lo caracterizaba echa a mi padre. Cumple con un asentimiento—. Ay, Kayden —suspira dramáticamente, cómo si en realidad le importara—, ¿qué haremos con él, Bianca?
—¿Qué? —respondemos Kayden y yo al unísono.
—¿Qué se te ocurre, Bianca?
Miro a Kayden y él me mira a mí, ambos desorientados.
Ladeo la cabeza, ahuyentado la confusión y cualquier otra emoción que pudiera expresar.
—Creo que encerrarlo con cientos de dulces no sería muy efectivo en él.
—Claro, es subjetivo.
—¡Será la próxima! —apoyo un brazo en el hombro de Kayden y con el otro palmeo fuertemente su espalda, empujándolo para que se vaya—, ¡vete antes de que me arrepienta!
Kayden con ni un solo pelo de tonto aprovecha la oportunidad y se retira con largos pasos.
Entonces, quedo a solas con el demonio.
—Que la rata se esconda entre las paredes.
Me ofrece su brazo para engancharme y vacilo unos cuantos segundos, recordando su conversación con mi madre.
Bufa, agarra mi brazo y lo engancha con el suyo.
Me acerco a su oído y susurro:
—Me gusta ir tipo abuelitas.
No responde, no vacila, no muestra emoción alguna.
Ingresamos a su oficina, él se sienta en su silla habitual detrás de su escritorio y señala la silla en frente. Corro los papeles sobre su escritorio, algunos se caen pero no me importa, y me siento allí. Él debe mirar hacía arriba. Vuelve a resoplar y se acomoda más en su silla, de forma que nuestras piernas hacen contacto.
—Sabes que igual Kayden deberá pagar su castigo.
—Okey.
Me inclino y él queda a la expectativa de mi próximo movimiento.
Saco una por una las cadenas que rodeaban su cuello. Son realmente pesadas, me pregunto cómo aguanta eso todo el día. Las tiro al suelo.
Lleva un jean negro y una remera manga larga también negra. Mi vista se detiene en su cuello desnudo y me congelo. Desde sus costillas hasta su cuello se extienden cicatrices enormes y largas. No llegan hasta su rostro.
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Dulce Asesina Serial
Ficção AdolescenteBianca Vital convive al margen de la sociedad, con demás familias, quienes pertenecen junto a ella a un grupo cerrado que sigue estrictas reglas. Ya que el que entra, tiene prohibido salir. Liderado por un joven adulto fanático de Satán. Pero para...