Capítulo 9

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El sol calienta mi piel a medida que nos acercamos a la mesa, Zoé manda, José y Paulo ponen los utensilios, mi padre y Kian sirven la comida. En mi plato reposan unas sabrosas papas fritas y carne. Podría servirme los agregados típicos, como morcilla o chorizo. Podría.

Solo por hoy.

Es un almuerzo especial.

Siento las miradas sobre mí cuando comienzo a comer, transmito el mensaje de que estoy sana. Agrego una sonrisa, y eso basta para que continúen con normalidad. Rumor descartado... por ahora.

—Oh no, vos te sentas acá —Freya le indica y obliga a Branco, de manera que los tres quedamos juntos, y por si fuera poco, las Charli's frente a nosotros, ambas con sus ojos marrones abiertos de la incredulidad y quisiera creer que temor.

—¡Ay, es una gran pena que no haya dulces para complementar el almuerzo! —sonrio una vez más, mirando a las chicas de ojos cafés, alguna de ellas es la culpable y debo saberlo—. ¿No creen lo mismo? —cuando una de ellas asiente, observándome con prepotencia y maldad, mi sonrisa se vuelve más grande, ya sé quién es quién. Charlie a mi derecha, Chanel a mi izquierda.

Idiotas.

Los asientos vacíos se llenan cuando dejan lo que sea que estuvieran haciendo para venir a comer. No solo tengo la mirada envenenada de las Charli's y Branco, mi madre levanta una ceja al verme ingerir pacíficamente, mi hermanito se sienta lo más lejos posible de mí y al empezar a comer, sin dejar de observarme clava drásticamente su cuchillo en la carne.

La charla que mantenían los adultos es opacado por el ruido de pisadas. No cualquiera. Las de nuestro líder, nuestro señor. Caminando seguro, con sus manos escondidas en sus bolsillos, sus características cadenas, su tatuaje que brilla bajo el sol, Tadeo se sienta en la cabecera. Tan solo con una mirada hacía los señores Brown es oportuna para que Kyle reparta su comida con elegancia.

—Buen provecho —dice, la señal para comenzar el almuerzo, lástima que yo ya lo inicie. Si le molesta, no lo demuestra. Casi puedo oír su voz en mi cabeza: «Bianca, tan desobediente».

Mi plato ya casi vacío, mi corazón se acelera y una sensación de pavor me toma. «Es una excepción, solo por hoy» pero estoy incómoda. De pronto no tengo más hambre y la carne ya no se ve tan sabrosa.

A mi alrededor todos charlan y comen con gracia, incluso Branco ya no tiene tan mala cara y Freya dejó su venganza a un lado, mi madre me mira de reojo y los demás no me registran. Mejor así, suspiro, aunque quería un poco de caos.

Cada tanto escucho las apuñaladas que mi hermano le da a su carne, sigue enviándome miraditas. Ruedo los ojos, cree que un enfrentamiento sucede como en los videojuegos. Ojalá pueda evitarle eso, tomar un arma verdadera y disparar conscientemente. Si permito que crezca en este loquero no podré.

—La vida en Estados Unidos era maravillosa —comenta Cat con una enorme sonrisa. Maldita. Sea. Esta. Mujer.—: salir sin preocupaciones de que te roben o asalten, comprar a cualquier hora...

—Que bueno —Kayden aparece y se hace lugar en la conversación, sentándose al lado de su padre—, no me imagino cómo terminaron en Argentina —su sarcasmo se hace más fuerte—, ¿acaso participaron de algún tiroteo escolar? —al decirlo, me mira y me sonríe.

Mi padre, considerándose un hombre altamente  patriota, suelta una carcajada. Yo no me molesto en ocultar mi risa. Hasta Tadeo oculta su sonrisa limpiándose la boca con un papel.

Cat y su esposo enmudecen. ¡Síííí!

—En realidad mi hijo se refería a... cuál es su historia —Kian rompe el silencio, tratando de salvar el aura de perfección que rodea a su familia. En su forma de hablar se nota que aún no habla español fluido. Su acento suena como esos programas de Discovery Channel—. Qué tal si todos contamos nuestras historias, cómo llegamos aquí.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora