Capítulo 25

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Colores.

Rojo y azul.

Se vuelven puntos en mi visión, están por todas partes. Casi puedo tocarlos y me obligan a cerrar los ojos por unos segundos.

La muerte alcanzando, presentándose debajo de mí.

Yo siendo la muerte y manipulándola a mi suerte.

Inhalo, exhalo.

Me quito de su cuerpo.

Frente a mí, corriendo con desesperación, aparecen mis hermanos y mi padre. Todos se detienen al verme. Se lo que piensan.

Soy como Valeria.

—Juro que soy lo mismo pero en una versión mejorada.

No puedo evitar soltar una risa y pasar mis manos por mi frente, quitando el sudor solo logro impregnarme con la sangre de Kayden.

Mi padre llega a mí y me envuelve en un abrazo.

—Ve la otra perspectiva, hija.

—¿Cuál?

En cambio responde:

—Hay que salir de acá.

Zoé intenta abrir la puerta y es imposible. La cerraron.

—Era nuestra última opción, las demás también están trabadas —todo el cuerpo de mi hermana tiembla.

—Ya mismo, arriba.

Nadie cuestiona a papá, no hay tiempo para pensar en otra alternativa. Zoé agarra a Benjamín, Juan a mí y volvemos a subir las escaleras, refugiándonos en el segundo piso perteneciente a la familia Costa.

Entramos a lo que es el comedor, movemos muebles enteros trabando la puerta. Mis pies agradecen cuando descanso en un sillón. Mi hermana gruñe al apoyarse contra la pared, se le nota hiperactiva. Benjamín solo se recuesta en el piso, sin ninguna expresión que delaté cómo se siente. Mis ojos caen ante sus cicatrices en su brazo, producidas por nuestra madre. Han cicatrizado, sin embargo son rojas y notarias.

Juan se deja caer a mi lado y suspira, entiendo que probablemente todo su cuerpo duela, tal como el mío. Toma mi mano y la lleva a su pecho, captando mi atención, veo cómo me mira con cariño y comprensión.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo, papá? —digo.

—Debía averiguar en lo que tú madre se había metido esta vez. Resultó estar frente a mis ojos todo el tiempo.

Zoé se acerca, cuestionándolo.

—¿Qué está sucediendo?

—Hace muchos años, cuando conocí a tú madre, fue mediante un grupo que se encargaba de adorar dioses e entidades. Del que Valeria y amigos míos eran parte. Estaba Dionisio, padre de Tadeo, quien desarrolló un vínculo fuerte con su madre. Estaban obsesionados uno con el otro. Aún así no me sorprendió cuando Dionisio desapareció y Valeria siguió con su vida como si nada hubiera pasado.

Mi corazón late como loco y veo a mi hermana ponerse más nerviosa.

—Comencé a adorarla como si fuera uno de los dioses a los que los participantes del grupo, dedicaban sus vidas. Me atrapó con su belleza y su personalidad encantadora. Ella se volvió mi mundo y no podía pensar en otra cosa que no sea amarla. Pero Valeria solo podría amarse a sí misma y a todo lo que deseaba comprender para poseer.

Con nerviosismo aprieta sus manos y las entrelaza sobre su regazo. Prosigue, está vez solo mirándome a mí.

—Siento tanto que la historia se repita. Sé que entre Tadeo y vos hay algo pero créeme, Bianca, no es lo que vos crees.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora