Capítulo 20

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El vecino de enfrente es un viejito de unos aproximadamente setenta y ocho años, presenta una sonrisa particular, teniendo un diente de oro. Por lo que yo creo que es ese el motivo de que en toda la charla él nunca deje de sonreír. Es extraño y trato de ocultar mi incomodidad.

En cada casa de Food Town, encontras una historia qué contar.

—En mí época —señaló las cartas entre mis manos—, ese era nuestro celular. Con una muy mala señal y atraso de días, o hasta meses.

Era algo que podía predecir que un viejito diría. Ellos siempre se mostraban tan distraídos en sus recuerdos pasados, y eran muchos. A las personas de la tercera edad les había tocado más cambios y transformaciones, comparado a otras generaciones. Sobre todo, habían vivido en un mundo más opresor que el actual. Y allí estaba todo, impreso en su piel como un montón de arrugas, en sus negros ojos brillantes y en sus finos labios apretados, deseosos por contar sus historias.

—Mateo se veía como un niño muy solitario y callado. Era lo que creía ya que él prefería ignorar a los demás niños del barrio y venir a hablar conmigo. No tengo mucha gente con la que hablar, niña, sabes, mis hijos me visitan cada tres meses porqué están ocupados y mis nietos se aburren de mí. Un día Mateo me dijo que quería saber sobre una pareja...—ladea la cabeza, arruga las cejas, tratando de encontrar las palabras adecuadas— ¿del universo de disney canelón?

—Disney channel.

—Sí. Eso. Sus padres le habían enseñado a hacer una carta y quería utilizar ese recurso. Es decir, me vio viejo y arrugado y entendió que yo sabía cómo enviar una carta. Así que me lo pidió y acepté.

—Ok.

—¿Puedo hacerte una pregunta, niña? ¿Qué ocurrió con esa familia?

—Es lo que estoy tratando de averiguar —las mentiras comienzan a salir y fluir de mi boca con rapidez—. Mis tíos y mi primo están enemistados con mi familia pero me gustaría encontrar al pequeño Mateo.

—Oh, ¿están peleados desde aquel día, no?

Frunzo el ceño.

—¿Qué día?

—No importa —suelta una risita que parece ser nerviosa.

—¿No tiene idea de dónde podría estar mi primo?

De pronto su rostro se contrae en fastidio y exasperación.

—Debería preguntarle a aquellas personas que los visitaron.

Me quedo helada.

—¿Podría describirlos?

—Un chico con traje y un tatuaje en la cara. Dos hombres que parecían extranjeros, agarrados de las manos. Dos personas morenas similares entre sí.

Tadeo. José y Paulo. Chanel y Charly.

—¿Está... seguro?

—Completamente.

Tadeo siempre borra sus huellas. Él siempre fue muy cuidadoso a la hora de cometer un crimen y desaparecer en el proceso. ¿Qué había pasado está vez? Porqué hasta Kayden había dicho que era experto en no dejar un solo cabo suelto. ¿Cómo sabía entonces, la persona enfrente mío, parte de lo que había sucedido?

—Antes de que me vaya, ¿Cómo consiguió la dirección de destinatario de la otra familia?

Hay un silencio incómodo hasta que vuelve a hablar.

—Facebook, niña.

Me despido del señor y corro a cruzar la calle para así esperar a Kayden para que nunca sospeche de que alguna vez me moví. Tarda más de lo esperado, en el transcurso leo las dos cartas que me faltaron. En la segunda reconozco una letra elegante y muy bonita que supongo le corresponde a Kayden, es la respuesta a la primera carta, se le nota desorientado y confuso, le pregunta al niño cómo consiguió su dirección y enviar la carta. En la tercera nuevamente reaparece la letra de Matthew.

Dulce Asesina SerialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora