—No me gusta el blanco —niega al verme llegar.
Desperdicia un dato que no me interesa. En respuesta todo lo que le ofrezco es una sonrisa forzada, me coloco a su lado y esperamos.
Bajo el marco de la puerta el frío aire de junio congela nuestros cuerpos, mucho más a mí que visto un vestido blanco de tirantes que me llega un poco más arriba de las rodillas. Es mi cumpleaños y me vestiré como se me de la regalada gana. Por otro lado, en mi rostro apliqué un suave maquillaje, brillo labial, excesivo rímel y un delineado perfecto.
—¿Siempre sos tan habladora?
—Me gusta el silencio.
El líder enarca una ceja, por supuesto captó la indirecta. No me interesa hablar con un demente controlador, para eso buscaría a mi familia.
—Las otras chicas morirían por hablar conmigo y vos lo desperdicias.
Se refiere a la familia Brown, más específicamente a Charlie y Chanel, unas ególatras insoportables que se creen lo más por haber tenido el privilegio de nacer en el primer mundo. Una lástima que tuvieran que abandonarlo.
—También morirían por asesinar contigo, aún así no las elegís, ¿no?
Con una sonrisa intenta disimular su rabia. Se esfuerza tanto... patético.
Cuando estoy a punto de oír su respuesta el ruido de unos motores nos hace enfocar nuestra atención en la calle. Un auto de apariencia vieja y desgastada aparca frente la casa, el líder camina hacía ellos y yo lo imito. De allí baja lo que parece ser un matrimonio, un señor de aspecto estilizado y una señora regordeta, con supongo lo que será su único hijo, más parecido a su padre.
—¡Bienvenidos! —exterioriza el líder—, ustedes deben ser la familia Stone.
La señora asiente y le ofrece su mano que de inmediato el líder estrecha.
—Un gusto conocerlo, me llamo Sarah, el hombre a mi lado es mi esposo Kian y él es nuestro hijo Kayden.
Su acento es lindo, me confirma que no son de acá. Tal vez europeos.
El señor y su hijo que se han mantenido serios todo el rato se dirigen a la parte trasera del auto para sacar las maletas.
—Déjenme ayudarlos —él líder no deja de sonreír—. Ve Bianca.
¡Tengo vestido blanco!
Su hijo ve mi renuencia a ayudar.
—Está bien, nosotros lo haremos.
Luego, el papa negro se dedica a darles un paseo por la propiedad y mostrarles hasta el más inútil detalle, con cada familia hace lo mismo. El orden de llegada fue: la familia Castillo, Vital (la mía), Brown y por último Costa (la de mi mejor amigo).
—Más tarde nos reuniremos para repasar las cláusulas y puntos que deben seguir. Lo que deben saber antes que todo es que esto no es un hotel ni un lugar para vacacionar, desde el momento en el que llegan significa que están aceptando pasar el resto de sus vidas acá. No podrán salir a menos que yo les de permiso y si logran irse... será de otra manera —él habla en inglés y yo le entiendo, no es como si tuviera mucho que hacer, por lo que paso mi tiempo leyendo y estudiando por mi cuenta. También tengo prohibido ir al colegio.
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Dulce Asesina Serial
Teen FictionBianca Vital convive al margen de la sociedad, con demás familias, quienes pertenecen junto a ella a un grupo cerrado que sigue estrictas reglas. Ya que el que entra, tiene prohibido salir. Liderado por un joven adulto fanático de Satán. Pero para...