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—No sé qué sucedió allí pero déjame decirte que—Isaías enciende el motor y da marcha atrás—llegó tu libertad, Amber.

No cuento los minutos que pasan o los kilómetros que hacemos con mi amigo estando en completo silencio, mi cabeza en estos momentos está en otros temas, situaciones vividas y recuerdos que me confunden, no estoy en condiciones de mantener una conversación con alguien, simplemente me siento desanimada y muy confundida con algo que no sé qué en específico.

—Llegamos, Amber.—Isaías toca suavemente mi hombro y logra que preste atención por fin a nuestro destino.

Delante del Bmw se despliega la pista del aeropuerto de la ciudad donde nos encontramos, un jet privado que podría reconocer en cualquier lado a esta instancia está rodeado de cuatro camionetas negras, de una de ellas se abre la puerta trasera y puedo reconocer entre un buen de abrigos, el rostro de Iván. Me carcajeo cuando el vapor sale de su boca y su nariz está rojita.

Abro la puerta y bajo cuando ya lo tengo frente a mí. La emoción me gana y no me tardo en enganchar mis brazos alrededor de su cuello, parece sorprenderle por lo que su agarre por mi cintura se hace esperar pero no desear.

—¿Cómo estás mi reina?

—Muy enojada contigo—No me interesa la proximidad de nuestros rostros, solo necesito verlo y saber que estoy lejos del castigo que mis padres me pondrás después de lo ocurrido.

Hace un puchero—¿Y yo que hice ahora? además de venir a buscar a la otra punta del continente.

—Una playlist bien buchona, tal vez. ¿En qué momento tomaste mi iPhone?—Mi pregunta suena más como un regaño por lo que va acompañado de un golpe en su hombro pero a Iván parece no importarle porque se carcajea echando su cabeza hacia atrás.

Evita responderme cuando me da un giro aun sosteniéndome por la cintura y comienza a caminar hacia el avión.

—Mejor hablamos luego, pronto volverá a nevar y no quiero que te enfermes—Acepto que me deje subir primero la pequeña escalera y le agradezco a la asistente de vuelo que me ayude a quitarme el abrigo de piel sintética que cubre mi outfit, el ambiente está calefaccionado y lo agradezco.

Al darme la vuelta para elegir el lugar donde tomar asiento, mi mirada se topa con la de Iván que está fija sobre mi cuerpo.

Sus comentarios no se hacen esperar.

—Mira no más, que chulada de vi... mujer—Me extiende su mano invitándome a girar pero le doy un golpecito en el dorso acompañado de una sonrisa.

—No soy muñeco de aparador para que me anden girando y morboseando.

Él se carcajea ignorando a la azafata detrás suyo.

—Así que con esas andamos.—Lleva su mano, decorada por dos anillos en su dedo medio y anular, hacia el pecho y detiene su risa acomodando, o más bien luchando con su abrigo de piel.—Siéntate donde quieras, ya quiero irme, no me gusta este frío.—Ignoro el hecho de que sufrí de igual manera el clima en Canadá y hago lo que me pidió, poco después de ordenarle a la asistente que traiga un tipo de vino que no oí, toma asiento a mi lado. 

Su mano derecha no se queda quieta y busca la mía, suspirando omito decirle algo. A pesar de todo fue él quien vino a mi rescate.

¿A mi rescate o a buscarme otra vez para mi secuestro? Tampoco debo olvidar como fue nuestro primer encuentro.

Agito suavemente mi cabeza como si eso fuese suficiente para que los pensamientos negativos se esfumen.—Amber—Dejo de mirar el suave agarre que mantiene Iván sobre mi mano, más bien cubriéndola y dejando en el dorso una suave caricia apenas notable para ahora ver su rostro el cual se encuentra neutro pero su mirada expresa todo lo contrario, no me es necesario conocerlo demasiado como para poder notar que en sus ojos hay una preocupación y un miedo que con su boca no admite.—Ellos... ¿Te hicieron algo? ¿Te dijeron algo?—Niego y su ceño se suaviza solo un poco.

Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora