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—Ya suéltame—Me quejo empujando el peso muerto del cuerpo de Iván quien duerme plácidamente sobre mi pecho. Ruedo los ojos porque él sí pudo descansar mientras que a mí la mente, los recuerdos y los pensamientos me jugaron una mala pasada. Me fue imposible dormir,  por lo que cuando el sol comenzó a salir me di por vencida.

Iván se despierta recién cuando se cumplen las nueve de la mañana. Bostezando y despeinando su cabello, se dirige al baño, y conociéndolo sé que estará ahí al menos treinta minutos, luego saldrá a vestirse por lo que decido ir en busca de los pequeños Guzmán.

—Buen día—Murmuro con una sonrisa que se borra al percatarme de que los mellizos no están solos, con ellos hay una mujer adulta de cabello negro, porte muy fino y al parecer bastante cercana a ellos ya que Ivanka se encuentra besando su cabello y abrazando su cuello.

La reacción de la mujer es fruncir el ceño un momento mientras me observa llevándome a creer que mi presencia no le agrada, cuando los nervios comienzan a inquietarme la señora alza sus cejas y una sonrisa decora su rostro perfectamente cuidado y mantenido en el tiempo.

—¡Hola querida...!

—Buen día—Repito y respondo acercándome dudosa a ellos.

—¡Amber!—Ivanka llega a mí y efusivamente me abraza apretujando nuestras mejillas—Mira, te presento a mi abuela.

—¿Qué te dije de no llamarme así, mi rubí?—La mujer peina el rubio cabello de la muchacha y los nervios ahora sí se hacen presentes. La forma de su mentón y labios es muy parecida, por no decir idéntica, a Iván, es claro de quien es madre.

—A mí no me dices con apodos bonitos, Alejandrina—Joaquín se queja.

—Pero si a ti no te gusta que te diga mi Diamante o Zafiro como a tu hermana.

—Porque están bien gachos,

—Deja de reprocharle tanto a tu abuela y disfrútala que todos tenemos los días contados.

—¿Qué estás tratando de decir, Iván?—La tal llamada Alejandrina le reprocha a su hijo y el parecido en el tono de Joaquín provoca una sonrisa en mí, es así que llamo la atención de los tres Guzmán.

—Amá te presento a Amber, ella es mi amá Alejandrina—La mujer me extiende dudosa su mano, la tomo con firmeza y le devuelvo la sonrisa cordial.

—Un gusto, Alejandrina, querida.

—Toma asiento, preciosa—Dice Iván en un susurro abriendo la silla al lado de Ivanka.—¿Qué son esas fachas amá?—La mujer suelta un gritito y tras limpiar la comisura de sus labios con un papel toalla golpea el brazo de su hijo quien ríe.

Es inevitable reconocer el buen gusto de la moda que tiene, confirmo mis deducciones de donde son cada una de sus prendas cuando comienza a relatar el extenso viaje que hizo por los país con mayor flujo turístico.

Durante el desayuno los menores se toman el tiempo de contar a detalle el avance, escaso para mí gusto, acerca de sus fiestas, su rendimiento académico y demás.

—Amber nos enseñó fotografías de sus antiguos trabajos y todos son muy bonitos y profesionales—Comenta Ivanka regalándome su tierna sonrisa vergonzosa—¿Hablé mucho verdad?

—Pues..—Comienza a decir su padre y me encargo de regañarlo tras propinarle un pisotón en su pie.

—Para nada, eres muy atenta y amable—La vergüenza parece ir desapareciendo de pronto—Además es de mucha utilidad saber sus puntos de vista.

Noto como Alejandrina tras sonreír acaricia el dorso de la mano de su nieta,  posteriormente pide de forma amable acompañarnos para ayudarnos en lo que pueda.

Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora