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—Oilo tu al señor—Ivanka ríe tras contarle las últimas peleas con su padre. Desde hace ya dos semanas que, si habíamos logrado mantener un mínimo de simpatía, se había roto esa noche en la fiesta.—Me imagino que no dejarás que te gane.

—Pues como ves que aquí sigo.

Ella tuerce su boca—Buen punto. ¡Auch!—La empleada lima con más cuidado las uñas de la rubia—Yo que tu, me escapo.

—¿Crees que me llamo Ivanka Guzmán?—Sonríe y sus mejillas se tornan rosadas—No creas que no te he visto sobornando a tu hermano para que te cubra—La señalo.—O ayer, pasé por el pueblito y tu auto estaba fuera de la farmacia—Le resta importancia con un ademán.

—Solo compraba productos para... para el cabello.

—¿Segura?—Cuando no dejo de mirarla, suelta la sopa.—¿Hace cuanto sale, Ivanka?—Cierro con fuerza mis ojos y me autocontrolo. Iván lo matará.

—Siete meses.

—¿Cuántos tiros le meterá tu padre?

—Mi padre no se enterará, Amber.

—No puedes ocultárselo para siempre, cabrona.

—Solo es una duda, no exageres.

—¿Que no exagere? ¡Eres una niña! No Ivanka ¡sabes en el pedo en que se meterá tu padre ahora, verdá?

—¡Es solo una suposición!

Muerdo mis labios para evitar responderle y mi cabeza no deja de darle vueltas al asunto hasta que volvemos nuevamente a la casa. Hace unos días había decidido tomar uno de los tantos carros de Iván y largarme de su rancho, claramente no fue tan fácil irme, puse en alerta alrededor de doscientos hombres e Iván se enfureció cuando nunca entré en razón, según él, pero pues aquí estoy. Custodiada las veinticuatro horas del día pero al menos no duermo en un lugar donde todo me trae recuerdos y donde todo huele y lo identifica a él.

Sin embargo, estoy segura que Iván viene por las noches, su perfume lo descubre.

Dejo mi bolsa en el sillón de la sala y me tiro exhausta a un costado. Ivanka me llevó a recorrer todos los locales habidos y por haber necesarios para comprar lo que falta para sus fiestas. 

—Buenas tardes—Esa voz. Mi cuerpo se estremece, hace ya dos días que no lo escuchaba.

—Iré a pedir que preparen el almuerzo, muero de hambre—Dice la niña antes de retirarse.

Oigo sus pasos acercarse con lentitud. Me toca abrir mis ojos para notar como ya me observaba, sus manos puestas en su cinturón dejando ver levemente sus dos armas, los primeros tres botones de su camisa abiertos y una fina barba de hace pocos días de crecimiento, está requeté chulo el desgraciado.

Saca un celular de su bolsillo y me lo extiende.

—¿Qué con eso?

—Mira las grabaciones y pídeme perdón.—Alzo una ceja hasta que se le escapa una sonrisita de lado. Además de perro también anda de chistosito.

Insiste otra vez para que tome el celular, sin prisas lo hago. En él se reproducen grabaciones de la noche de la peda.

Primero una enfoca a una mesa, en ella está la arrimada que le desfiló a Iván toda la noche y su grupo de amigas, viboreando mientras nos veían bailar a lo lejos.

En otra, horas más tarde, se ve como Iván entra al baño y detrás viene el grupo de zorras dándole ánimos a la misma morocha. Dos minutos después sale llorando y se lanza a los brazos de un hombre, ¿uno de los escoltas de Iván?

Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora