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—Ya decidí el destino de nuestro próximo viaje.—Aviso al mismo tiempo que sus ojos inspeccionan la pantalla y me remuevo incómoda y ansiosa.

«Que diga que sí, que diga que sí»

—No, Amber. Ya hablamos de tu capricho por ir a Colombia y es un rotundo no—Un bufido cansino se me escapa cuando mi madre se entromete sin dejarme oír una respuesta de mi padre quien se mantiene en silencio y detallando en el iPad hasta ahora.

—¿Por qué no le damos una oportunidad, Madeline? Nada mejor que vaya con nosotros.

—No me parece, Markus.

—Déjanos a solas, Amber y dile a tus hermanos que preparen las maletas.

Suelto un gritito de felicidad y asiento sin rechistar dejando la puerta a medio cerrar, a medio camino por el pasillo recuerdo mi iPad por lo que me regreso, pero mis padres están discutiendo por lo que prefiero esperar a que acaben y luego interrumpirlos.

—¡¿Es que tu estás loco?! ¡No podemos pisar Colombia!

—No veo el problema de consentir a la niña, solo será está vez y luego dejará de insistir en ir a ese país.

—¿Habiendo tantos destinos a donde ir, Markus? No quiero perder a mi única niña y menos en esas manos.—La congoja toma la voz de mi madre.

—¡Hermanita!

—¡Ah!—Un leve brinco en mi lugar genera que la puerta del despacho de papá se abra y sus ojos se posen sobre mí y Simón, quien me dio el susto de mi vida gritándome en la oreja y posando con fuerza sus manos en mis hombros.

—¿Qué hacían?

Mamá y papá se acercan a nosotros como si fueran unas salvajes bestias hambrientas y nosotros sus presas. Simón nota la tensión por lo que me esconde detrás de su cuerpo por inercia.

—Sólo venía a buscar mi...

—Llévate a tu hermana, partimos en unas horas.—Papá nos despacha dejando el iPad sobre los brazos de Simón y nos espanta sin dejarnos siquiera protestar por su brusca actitud.

El castaño claro alza sus cejas y yo me encuentro atónita y con un desasosiego que me dejaron las breves palabras que intercambiaron Markus y Madeline. Nunca me dieron explicaciones con argumentos entendibles para negarse a ir a un país tan bonito, tampoco yo tuve argumentos más allá de la curiosidad de turistear para explicar mi insistencia de ir allí. No obstante, ya tengo el tan deseado sí y no pienso desaprovecharlo por lo que con mi hermano detrás de mí corro escaleras arriba entrando a mi habitación donde una de las muchachas del servicio está desarmando mi maleta.


Para cuando el sol se está escondiendo en México, la familia Ferrer está cerrando las puertas de su avión privado el cual emprende un breve vuelvo con destino a lo que se supone serán nuestras vacaciones familiares, solo espero que sea diferente a todas las otras, que mis hermanos no consigan una conquista natal y se larguen y pierdan con ellas, que mis padres no trabajen desde el hotel y finalmente tenga que salir a turistear sola por calles que ni siquiera conozco.

—¿Qué son esas uñas, Amber?—Mi madre estira su mano por encima de la mesa que comparten nuestros asientos enfrentados para tomar la mía y examinar lo mencionado con su ceño junto.—Esas uñas se ven muy...—Busca palabras que ya sé cómo interpretas.

Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora