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Mojo mis labios con el líquido ardiente de la copa. Mis ojos recorren todo mi alrededor y escanean a las personas ya muy bien ambientadas en la mega fiesta de los hermanos Guzmán.

No recuerdo que celebran, tampoco estoy segura que exista un motivo coherente. 

Veo como la hermana más cercana a Iván viene hacia mí con otro vaso más en su mano, no quiero ver la cruda que cargarán mañana.

Ale me sonríe y se sienta a mi lado.

—Mis carnales están compitiendo por quien tiene más dólares evadidos.—Río por lo inesperado del asunto.—De seguro Iván se llevará ese Buchanans.

Bostezo, la pesadez en mis párpados desaparece cuando se oye una lluvia de balas a las afueras de la palapa. No me preocupo cuando no noto que se hayan alterado, es parte de su diversión.

—¿Tienes sueño?

—Un poco—no estoy segura de la hora que es pero seguramente no sea muy temprano.

—Pronto le agarrarás ambiente y estarás como mis cuñadas—Las señala, ambas muchachas bailan en un costado mientras conversan entre ellas, no paso por alto las miradas con desdén que le lanzan a las cariñosas de los invitados de Los Chapitos.

—¿Esas es Ivanka?—Digo cuando veo a una rubia saliendo de la mano de un morrillo.

—Irala a la cabrona, salió como sus tíos—La miro sin entender—Bien pinche infiel—Aclara.

Sonrío pues no me sorprende eso, además de ser personas reconocidas por sus trabajos o sus lazos familiares, también debo de admitir que su belleza y hegemonía destaca del resto.

—¿Qué tanto hablan ustedes eh?—Iván arrastra una silla a mi lado y toma mi mano. Carga el peso de su cuerpo sobre su brazo y un codo sobre su pierna, quedando más bajo que yo. 

Si bien no está pedo si está más alegre y sus ojos y su cabello desalineado lo delatan, le da una apariencia de niño pequeño super tierno.

—Tu mujer ya tiene sueño, carnal.—Abro mi boca para replicar pero él me interrumpe tras besar mis nudillos.

—¿Quieres que te acompañe al cuarto, mi amor?—Siento mis mejillas enrojecer, una queriendo negar lo que dice Alejandrina y me trata así. Ella ríe.

Niego, no me agrada la idea de ir a dormir sola, me inquieta ver tanta gente desconocida recorriendo la casa donde nos estamos quedando desde hace unos días en La Sierra.

Una voluptuosa muchacha camina por al lado de nuestra mesa contoneando exageradamente sus caderas, antes de alejarse, juega con la copa en su mano y le guiña un ojo al hombre a mi lado que simplemente la observa.

—Descarada—Susurro y Alejandrina, que parece que leyó mis labios, suelta una risa haciendo reaccionar a Iván.

Quiere besarme pero no lo dejo, me da pena, hay muchas personas pendientes a cada movimiento de una persona tan importante como Archivaldo.

—Problemas de estar tan chulo, plebes—Bromea y golpeo con delicadeza su brazo. Se ríe y se reincorpora para abrazarme con fuerza impidiéndome que lo rechazo. Busca mis labios y me termino dando por vencida aceptando su beso.

—Y luego luego dicen ser amigos—Escucho que comentan, creo reconocer la voz de la esposa de Ovidio.

Acepto su abrazo y descanso mi cabeza en su hombro, realmente tengo sueño.

—Ve a descansar, ahorita voy.—Asiento y tomo mi bolsa.

—Me despediré de Ivanka y Joaquín primero—Iván se queda platicando con su hermana y por mi parte decido ir al baño y luego asegurarme que Ivanka está bien, por algún motivo siento la responsabilidad de mujer a mujer de saber que está en buenas manos.

Tardo unos veinte minutos en encontrar a la rubia en medio de la poca oscuridad que tiene el jardín, la noto bastante ocupada por lo que solo la saludo de lejos cuando puede verme. Muy apuesto el muchachón debo decir.

—¿Nos vamos?—Siento la calidez del aliento de Iván chocar contra mi cuello cuando abraza mi cintura por detrás. Afirmo.—Mataré ese morrillo—Dice entre dientes provocando mi risa—¿Y tu de que te ríes? Esa cabrona me trajo el plebito sin avisar.

—No seas celoso, dejala ser—Me gira sobre mis pies, su ceño está fruncido.

—¡Es una niña!

—Ya es una mujercita.

—Ya lo mandé a investigar al cabrón—Resopla y no hace otra cosa que voltear los ojos a mala gana ganándose mi risa.

La cual se borra cuando noto la mancha en su cuello.

—¿Estuvieron chilos los besos?

Sus ojos se abren más de lo normal y su agarre pierde fuerza por lo que aprovecho a salirme de su agarre. Mi estómago se retuerce cuando noto más manchas de labial en el cuello de su camisa.

—¿Qué dices, Amber?

—No te hagas pendejo, Iván—Acelero mi paso para irme dentro de la casa, con él detrás.

—No sé de qué hablas, cariño.

—¡No me digas cariño, pinche asqueroso!—Su caminar se detiene cuando corro escaleras arriba y me encierro en mi habitación.

En medio del enojo, el cansancio, asco y vergüenza me quito el maquillaje, las pestañas, el arreglo en mi cabello, el vestido y me meto a duchar. Una horrible sensación se mantiene en mi pecho, casi obligándome a soltar unas estúpidas lágrimas.

Siento asco porque probablemente una de esas cariñosas fue su presa, vergüenza por sentirme burlada delante de todo el que nos vio juntos y enojo... pues por que sí y ya.

Seco con escasa delicadeza las lágrimas de enojo que me traicionan y recorren mi mejillas. Mi cabeza duele por lo que me recuesto en la cama después de rociar perfume sobre ella, no soporto sentir el olor de Iván en ella.


(...)



—La pendeja de Cata hizo que Amber casi casi me lanzara un putazo—La conversación de Iván con su hermano se oye desde las escaleras.

—¿Qué le hiciste a la cuñada?

—¡No hice nada!

—Tu nunca haces nada, carnal.

—órale ¿y ahora tu? ¿te pones de su lado?

—Claro—Dice Alfredo.

Iván bufa y decido ingresar a la cocina, muero del hambre.

—Buen día, Alfredo.

—Buenos días—Aparte un plato para dármelo—Nos hicieron chilaquiles para la peda.

—Más que chilaquiles necesito una dosis de paciencia hoy—Le doy una mala mirada a Iván. Quien se limita a mantener fija su vista en el plato con la mandíbula apretada al igual que sus puños.—Pero gracias.

—Bueno, yo me marcho, estuvo chila la peda carnal, cuña nos vemos—Asiento en forma de saludo, tomo el plato y me marcho a desayunar/almorzar a la mesa exterior.

Disfruto de la bella vista del rancho y la tranquilidad de La Sierra mientras como.

Hasta que siempre hay algo que hacen botar mi paciencia al basurero.

—Amber, tenemos que hablar.

—No tenemos nada que hablar, Iván.

—Hablemos como las dos personas maduras que somos.

—¿Dos personas maduras? ¿Quieres que hablemos como eso?—Afirma—Pues hagámoslo, entonces.

Como si estuviésemos sincronizados, al mismo momento salen dos ordenes totalmente opuestas.

—A partir de hoy, tu actitud de berrinchuda va a cambiar, las cosas van a cambiar aquí.

—Quiero que me des los pasajes para irme a Ciudad de México, hoy mismo.

Hago una mueca de incredulidad. ¿Y este que se cree?


Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora