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—Es de los lugares más hermosos que he visitado—Iván me mira desde unos metros más atrás, está hablando por llamada con el encargado de la pequeña isleta privada que alquiló en algún lugar remoto de Cuba, con paisajes únicos y preciosos, corales que se pueden ver y explorar con facilidad debido al agua cristalina.

 En lo que acaba con la llamada decido ir a mojar mis pies en el agua de la playa donde no hay parte del muelle.

 Al aterrizar en la isla, muy amablemente nos recibió la esposa del encargado quien ya nos esperaba con ropa adecuada al clima por lo que la leve brisa juega con mi vestido de unos cuantos dedos arriba de la rodilla.

Un escalofrío me recorre cuando siento un par de brazos rodearme por la cintura.

—¿Tienes hambre?—El estómago me gruñe.—¿Por qué no comiste en el avión? 

—Había turbulencias, nuestro verdadero destino estaba siendo azotado por una tormenta y no estábamos volando muy legales que digamos.—Digo totalmente obvia.

—¿Cómo sabes eso?

—Mi familia es dueña de una aerolínea, Iván—Él parece recordarlo y asiente todavía caminando a mi lado por la extensión de la playa—No me es muy difícil notar la altura a la que volábamos, además mi abuelo me enseñó a pilotar.

—¿Neta? Me ganó esta vez—Mi estómago confirma mis palabras de hace unos minutos por lo que Iván vuelve a hablar.—En unos minutos nos traen el almuerzo.

—Son las cinco de la tarde.

—¿Quién dijo que no podíamos comer a esta hora?—Ruedo mis ojos recordando mi inquietud.

—Hace mucho tiempo que no voy a un gimnasio.

—A ti no te hace falta eso, princesa.

—Me gusta cuidarme y mantenerme.

—Si tu dices, en la casa hay uno privado—Asiento, mañana mismo volveré a mi rutina.—¿Quieres ir a bucear más tarde?—La neta no me apetece, hoy me gustaría descansar.

—Lo que diga la reina entonces—Sonrío complacida y acepto tomar su mano para pasar por encima de unas rocas.—Debo aceptar que nunca había venido aquí y tenía pensado visitar Dominicana pero no me arrepiento de haber improvisado.

—Ambos son países muy lindos—Confirmo admirando el relieve que se monta a lo lejos detrás de la cabaña. Al entrar a esta, recojo mi cabello y hago un breve recorrido conociendo el lugar donde estaremos por tiempo que desconozco.


(...)


—Yo no tengo la culpa de que seas un viejo amargado—Contraataco sin dignarme a ver a un Iván que simplemente bebe de su vaso de cristal sentado en uno de los sofá de la sala. Mientras, yo estoy en el sofá de dos cuerpos leyendo una revista de moda, con mis piernas cruzadas encima de la pequeña mesa de cristal y simplemente en un bikini que me regaló Iván, hace mucho calor aquí a pesar de ser noviembre.—Seguro ni recuerdas cuando fue la última vez que pisaste un antro, dinosaurio prehistórico.

—Te sorprenderías, Amber pero hoy no tengo ganas, tampoco tengo la seguridad suficiente y no quiero que te estén morboseando y no pueda hacer nada.

—¿Piensas mantenerme en una bola de cristal? Si es así avísame así me largo.

—No es eso.

—¿Entonces? Porque a mi edad es obvio que quiero salir y divertirme, si quieres estar conmigo—Siento como me mira por lo que aclaro—en sentido de compañía y nada más, deberás adaptarte a mí.

Karma | Iván GuzmánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora