X. Adrik

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4 años atrás...

Vivir en una ciudad como Moscú le parecía a Yuuri emocionante. Al principio le había costado adaptarse al ver lo caótica que podía ser una ciudad tan grande. Las personas parecían estar siempre apuradas, los automovilistas siempre parecían estar molestos con los peatones y Yuuri siempre se preguntaba por qué los vecinos no conversaban con los otros de su mismo edificio.

Y, aunque extrañaba Kiritsy, ya se había acostumbrado a la vida allí. No tenía muchos amigos pero los que tenía lo hacían feliz.
Yuuri pensaba que se iba a quedar allí. Después de todo, vivir en la ciudad le permitía conseguir un buen empleo y ganar mucho dinero. Él quería ahorrar y poder realizar su sueño: Tener muchas hectáreas de cultivo y vender productos BIO de calidad.

Por fin terminada la universidad había podido conseguir un empleo que le permitía pagar el alquiler de su pequeño departamento y sus gastos.

No podía ahorrar mucho pero necesitaba reunir experiencia para postular a un trabajo mejor. No se quejaba, la verdad, su jefe era agradable la mayor parte de las veces (excepto cuando se peleaba por teléfono con su mujer y se ponía de mal humor). Lo bueno es que estaba trabajando en el rubro de comida saludable, lo cual era interesante para él.

Además su jefe quería que estudiara alemán para mandarlo por seis meses a la sucursal principal de la compañía en Köln. Eso lo emocionaba incluso más.

El idioma le parecía interesante. Estaba seguro que el haber aprendido japonés como segunda lengua le había ayudado para entender idiomas complicados como el ruso. Porque el ruso le parecía más difícil que el alemán.

El alemán le parecía un idioma muy lógico, lleno de reglas pero pocas excepciones. Estaba agradecido por ello.
Con mucho esfuerzo llevaba un año aprendiéndolo y sus profesores decían que tenía talento para ello.

Cada sábado desayunaba temprano, se preparaba unas tostadas y se tomaba un café y un jugo de naranja. Luego tomaba sus libros y se olvidaba de todo lo demás del mundo para pasar una mañana con Frau Wagner. Ya la conocía desde hacía tiempo. En el instituto a veces pasaba por los mismos profesores en diferentes ciclos y ella no era la excepción. Era una alemana delgada, con cara dura pero en el fondo dulce como una Sachertorte.
Eso sí, era muy exigente con la pronunciación. Por eso algunos le tenían tanto miedo. Pero con él era muy amable, debía reconocerlo, y le encantaba cómo enseñaba.

Yuuri jamás olvidaría que allí, en medio de palabras complicadas como Mitfahrgelegenheit y Weltanschauung llegó un hombre que le cambiaría la vida como la conocía.

― ¡Hola! Eres Yuuri, ¿verdad?

El muchacho de lentes levantó la mirada sorprendido. En las pausas nunca hablaba con nadie, sino que se sentaba solo a tomar un café.
Frente a él se encontraba un bello chico de cabellos castaños y ojos verdes profundos. Sólamente en esos hermosos ojos podía perderse para siempre, así que reaccionó como siempre: se puso rojo como un tomate y empezó a toser casi atragantándose con la bebida caliente que tenía en sus manos.

― ¿Estás bien? ¿Tú no eres Yuuri?

―Sí, me llamo Yuuri―respondió con la voz afectada por lo que acababa de ocurrir con el café.

― ¡Oh, qué bueno!―exclamó el chico― Yo soy Adrik, vamos en la misma clase con Frau Wagner.

Yuuri no tenía ni idea quién era. Pero eso no le sorprendió. En clase normalmente sólo veía a su profesor,le era muy incomodo estar con otras personas, socializar nunca fue de sus puntos fuertes.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora