XXVIII.Cuando la naturaleza llama

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El viernes en la noche Mischa se hallaba en casa de Yuuri esperando por el katsudon que su novio le había prometido prepararle. Era ese tipo de cena las que el abogado tanto añoraba. A Yuuri le encantaba cocinar y lo hacía muy bien pero él pocas veces dejaba que hiciera el trabajo solo, por lo que la preparación de la cena era acompañada por una charla amena y por muchos besitos traviesos cuando por alguna razón uno se acercaba al otro.

―¿Y ya tienes todo listo para mañana?―preguntó el ingeniero mientras disfrutaban del platillo. Mischa asintió de inmediato.

―Sí, ya está todo empacado y arreglado. Me emociona saber que estaremos allá en el bosque escondidos por tres días, solos tú y yo...

Mischa había tenido la intención inocente de expresar su emoción de pasar más tiempo con Yuuri en un ambiente diferente, pero, al reevaluar lo que había dicho, enrojeció avergonzado y se golpeó con la palma de la mano derecha la frente.
Esto causó que Yuuri riera de aquella forma que Mischa adoraba y que podía volver el mundo de colores.

―A mi también me emociona eso, amor.

Un suave beso y una sonrisa de su novio tranquilizaron el corazón de Mischa, quien miró con adoración a su acompañante. Adoraba que Yuuri hubiera empezado a llamarle "amor".
Lo había hecho paulatinamente y, aunque las primeras veces habían sido algo extrañas, lo cierto es que ya lo asumía como suyo. Era una palabra cierta. Amor era el que compartían, aunque ninguno de los dos se había lanzado todavía a decirlo.

Una hora después, con todos los platos limpios y la cocina reluciente, ambos decidieron sentarse a compartir alguna película. Como siempre, Yuuri se sentó en un lado del sillón, mientras Mischa se recostaba a su lado, enlazando sus manos mientras con la otra Yuuri acariciaba su sedoso y plateado cabello. Por momentos sumergía su nariz en ellos para sentir aquel olor a rosas que lo fascinaba y que sólo poseía Mischa en su mundo. Era su marca registrada y también era salvajemente adictivo para Yuuri. Le hacía sentir un hormigueo que empezaba en la punta de los dedos de sus pies, se movía a través de sus circuitos nerviosos y se traducían en impulsos, en pensamientos eróticos y en cosquilleo en la parte baja de su vientre, que lo instaba a querer comerse a besos a su novio. Este, ajeno a esas sensaciones que le causaba, seguía recostado inocentemente sobre él.

Esa noche, al parecer, ninguna película les llamaba mucho la atención. Quizás era la expectativa antes del camping, quizás era el cansancio o quizás era la sensación de sentirse satisfechos así, juntos y disfrutando un momento de calma.

El mayor notó que Mischa empezaba a cerrar los ojos del cansancio y que, inconscientemente reclinó su cabeza y colocó su mano sobre el pecho de Yuuri. Ese pequeño detalle derritió al chico en un par de segundos y sintió su pecho inflamado de amor y de ternura.
Estuvo sosteniéndolo así por unos diez minutos, hasta que pudo notar que el sueño plácido de Mischa era lo suficientemente profundo. Su pecho subía y bajaba de forma rítmica, sus labios, levemente abiertos lucían un color rosado pálido muy bello y su cabello algo desordenado coronaba su rostro de forma hermosa. Por momentos parecía estremecerse y, de pronto, entre sueños, emitió un "Yuuri" que terminó de matarlo de ternura.

No quería tenerlo a un lado suyo, lo quería lo más cerca posible y por ello fue acostándose suavemente, apoyando su espalda al lado del sofá, llevando el cuerpo de su amado con él y reclinándolo sobre su pecho. Abrió sus piernas para colocar a Mischa sobre él y cerró sus ojos, abrazándolo y acariciándole el cabello.
Su tierno novio se abrazó a él esbozando una ligera sonrisa en sus labios y murmurando "Yuuri" por segunda vez. Makkachin aprovechó el momento y sin pedir permiso, se subió con ellos al sofá, echándose sin vergüenza alguna sobre Mischa, en una escena tan hermosa y cotidiana que Yuuri no pudo evitar sonreír.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora