XLVI: Eventos

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Escuchar el llanto de Victor fue demasiado para el corazón de Chris. Su voz entrecortada, pequeña y confundida lo emocionaron, el lado protector que su hermano sacaba a relucir de él salió y, al saberlo allí, al otro lado de la línea,  pudo sentir como si alguien acabara de llenar el último pedazo de corazón que aún estaba vacío. Ese pedazo que empezó a faltarle ese día cuando, borracho fuera de su edificio, se despidió de él.

Chris solo atinaba a decir por momentos "Por fin,  no sabes cuánto te extrañé" y Mischa no sabía qué decir, salvo "Chris, tenemos que hablar". No sabía por qué, pero el corazón parecía moverse con dolor a su antojo dentro de su pecho. No sabía si sentirse dolido porque Chris había decidido ocultar quién era o si estar feliz por poderlo reconocer como parte de su familia.

―Señor Giacometti ―La voz susurrante de Gregórovitch y su mano tosca sobre el hombro del actor  hicieron caer en cuenta a Chris que se encontraba en un auto en medio de la nada, acompañado por alguien ajeno a sus sentimientos―tranquilícese, necesitamos saber dónde está su hermano, es necesario que le pregunte.

Es ahí que Chris reaccionó. Debía controlarse. Estaba en ese auto con el único propósito de proteger a su hermano y eso era lo primero en lo que debía pensar. Respiró hondo, tratando de darse un tiempo para calmarse y se limpió las lágrimas del rostro con las palmas de la mano.

―Tengo que hablar contigo, es muy urgente. ¿Te encuentras en Kiritsy, verdad?

Mischa escuchó sus palabras y trató de calmarse también, pero su voz se escuchó sorprendida.

―No, estoy en Moscú.

Gregórovitch no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa e intercambió miradas preocupadas con su cliente.

―¿En-En Moscú? ―Chris no podía creerlo. Ahora se hallaba, por cuestiones del destino, camino a Kiritsy, cuando su hermano estaba en la ciudad. Tenía que regresar de inmediato―¿Pero cómo? ¿Hace cuánto tiempo?

―Estoy aquí hace dos semanas.

―¿Viniste solo?

―No, vine con mi jefa.

―¿Estás ahora en su casa?

―No, salí hace un rato a pasear. Estoy en un café en el centro de la ciudad.

La información le cayó como un balde de agua fría. Gregorovitch lo miró preocupado y Chris entendía por qué. Moscú era una ciudad demasiado grande y peligrosa. Victor podía ser descubierto en cualquier momento y corría peligro, mucho peligro. Chris tenía que convencerlo de regresar a casa lo más rápido posible.

―Escucha, sé que tenemos que hablar, pero en este momento estoy a las afueras de la ciudad. Necesito que regreses de inmediato a casa.

―¿A casa? ¿Por qué?―preguntó. Las palabras de Chris solo le causaron más confusión.

―Nada que no te pueda explicar después. Solo hazlo, sin preguntas. 

―No entiendo, ¿por qué no me puedes decir ahora?

―¡Ahora no es el momento! ¡Solo hazme caso y regresa a casa!

―¿Pero por qué?

―¡Entiende que no te lo puedo explicar, solo hazlo!

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora