XVII. Amor en el aire

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Dema Sastevich era el nuevo profesor de literatura en la preparatoria de Kiritsy. Era un hombre alto, delgado, de cabellos rubios y ojos azules, muy seguro de sí mismo y de su fuerte cariño por quien llevaba siendo su novio desde hacía un mes.
Este, llamado Yuuri Katsuki, era en resumen todo lo que andaba buscando en una pareja: inteligente, amable, desinteresado y amoroso.

Agradecía al cielo haber conocido al mejor amigo de Yuuri, Phichit Chulanont, en la cola del supermercado y que este le propusiera presentarle a Yuuri.

Las cosas iban muy bien con él. Se veían los martes y jueves y el sábado. Se iban al cine o a comer y ya había tenido oportunidad de conocer a sus padres.

La familia Katsuki era muy amable y siempre lo recibían con mucho cariño. Todo parecía andar muy bien.

Yuuri también estaba feliz por el cambio tan positivo de vida que tenía. Sus cultivos habían sido un éxito y tenía muchos clientes. Trabajaba mucho porque el negocio siguiera adelante y por volverse el proveedor de productos bio más grande de la zona.
Además tenía novio nuevo, uno amable y responsable. Poco a poco empezaba a apreciarlo más y más.

Su vida no podía ser mejor.

Yuri Plisetsky y Mischa empezaban a tener una amistad muy particular

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Yuri Plisetsky y Mischa empezaban a tener una amistad muy particular.

Todo había empezado un mes atrás, cuando, una noche regresando de entrenar, el rubio había encontrado unos patines nuevos exactamente como los había deseado. Los miró extasiado, emocionado por tenerlos para él y se los puso.

Luego del impulso de usarlos se puso a pensar quién se los había dado. Ni su abuelo ni su madre sabían ese secreto. No fue muy difïcil llegar a la conclusión de que el mayordomo había sido.

Fue corriendo hacia la cocina, pasando por pasillos largos. Bajó las escaleras, casi de un golpe y abrió, algo agitado, la puerta.

― ¿Tú has sido?― le preguntó sin adornos ni formalismos.

Mischa lo miró, sin estar seguro si debía decírselo. El rostro del muchacho se marcaba con el ceño fruncido y expectante pero no parecía molesto.

― Sí, yo fui.

Tras decir esto Mischa volteó el rostro y siguió enjuagando algunas cosas que habían quedado.
Grande fue su sorpresa cuando, de forma imprevista, un par de brazos lo rodearon diciendo.

― ¡Gracias!

Luego de ese inesperado acto, el muchacho desapareció por el mismo lugar de donde había venido y Mischa sonrió complacido. El joven Yuri, después de todo, tenía un lado dulce.

 El joven Yuri, después de todo, tenía un lado dulce

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Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora