XXXVII. ¿Cuánto tiempo vamos a esperar?

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Yuuri miraba a la ventana mientras la luna brillaba  muy arriba en el cielo. No se le había ocurrido otra palabra para describir su actitud frente a Mischa como  “tonta”.
Sí, había reaccionado como tonto, no lo negaba.

Luego de haber dejado a Mischa había regresado molesto a su casa, pensando en que su novio había jugado con sus sentimientos. Sentía que lo había ilusionado y luego lo había rechazado de una forma cruel. Yuuri se había ido molesto hacia Tambov y había tratado de mantener el mínimo contacto con él.
Pero por las noches, antes de dormir o al despertarse, pensaba en Mischa y en lo mucho que lo extrañaba. No se imaginaba que iba a terminar yendo a Tambov con las cosas tan alteradas. 
Trataba de pensar en lo que había pasado y, con el pasar de los días, con más calma y tranquilidad, empezaba a ver las cosas desde otra perspectiva.

El fin de semana anterior había sido un sueño, recordaba el amor que ambos se habían manifestado y al siguiente día se había sentido en las nubes. Quizás demasiado.
Trató de ponerse en el lugar de Mischa y reconocía que se había dejado llevar por sueños y fantasías que nada tenían que ver con la realidad. No podía pedirle a nadie que dejara todo para seguirlo, porque si a él se lo hubieran pedido, probablemente también lo hubiera negado. Mischa tenía una vida más allá de él y debía aceptarlo. No podía "enjaularlo" para protegerlo, esa no era la relación sana que él quería.

Lo peor, pensaba, era el hecho de haberle exigido a Mischa que confiese alguna razón escondida para irse. Yuuri sabía que había sido un imbécil, volviendo a sacarle en cara su viaje a Moscú y, peor aún, cuestionando lo que Mischa sentía por él, sabiendo de todas las muestras de amor que su novio siempre le daba. ¿Qué más necesitaba para saber que Mischa lo amaba?
Entendía que las cosas se habían salido de control muy rápido y la verdad es que había intentado salir  de ese gran agujero que había cavado pero había sido sin éxito.

Yuuri reconocía que había actuado por miedo, un miedo que se negaba a marcharse de su lado y que le hacía caer en la inseguridad.
Pero ya no sabía cómo acercarse a Mischa para pedirle disculpas, se sentía muy culpable por todo pero tampoco sabía cómo hacer para que Mischa aceptara tocar el tema.

Quería que Mischa contestara sus mensajes aunque había sido en vano.  Mischa había estado posponiendo también la conversación con él durante toda la semana anterior. Lo sabía porque Yuuri había procurado dejarle mensajes de voz largo con disculpas muy sentidas muy temprano o en la madrugada pero luego, debido sus actividades, había dejado apagado su celular todo el resto del día. Mischa sencillamente se negaba a responder los mensajes. Yuuri había recibido tantos "visto" como arena en el desierto y ninguno había traído consigo una  respuesta.
Por ello miraba nerviosamente  su celular a las tres de la mañana, antes de empezar con el último mensaje que se había atrevido a grabar para su hermoso novio. Se acomodó sobre la cama del hotel, echado y mirando hacia el techo, dándose valor para continuar.

¡Hola, Mischa! Espero que estés bien. Por aquí el clima está muy agradable y cuando llueve, usualmente estamos bajo techo.
Mis exposiciones tuvieron una excelente acogida, por lo que me han pedido que los repita esta semana en varios centros de la zona. ¿Qué piensas? ¿Crees que es buena idea? El señor Ivanov ha sido tan amable conmigo, me ha presentado a muchos inversores o gente con buenas ideas y proyectos, incluso me ha invitado a un almuerzo con el Ministro de Agricultura, que estará por aquí  a causa de otras reuniones…
Sé que debo regresar a Kiritsy, por eso quiero saber lo que piensas sobre ese almuerzo con el Ministro. Me obligaría a quedarme una semana más, ya que el almuerzo sería el sábado...

Mischa, sé que ya te dije que lo siento y que fui un idiota la última vez que hablamos. Entiendo que te hayas molestado pero por favor necesito que hables conmigo, que me dejes aunque sea un mensaje…

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora