XXXIII. Llegadas y partidas

125 25 17
                                    


Mischa Katsuki miró desanimado el reloj despertador cuando la alarma empezó a sonar a su lado. Malhumorado por su falta de sueño, el muchacho apagó el artefacto y suspiró. La cabeza le martilleaba sin cesar y la luz lo molestaba un poco.

El tiempo con Yuuri se le había acabado y ahora debía volver a la rutina de siempre. Una rutina a la que ya no estaba acostumbrado.

No quería levantarse de esa cama porque hacerlo significaba abandonar esos brazos que ahora lo rodeaban y dejar de sentir ese aroma varonil de Yuuri que lo atraía sobremanera.
Quería olvidarse del sueño que había tenido en la noche y quería retroceder el tiempo para no haber visto a Mila en Moscú.

Luego de todo lo acontecido, Mischa
tenía muchas preguntas por hacerse.¿Quién era Mila? ¿Sería acaso su novia? ¿Quizás incluso prometida o esposa? ¿Por qué habían brindado en su sueño? ¿Por qué habían celebrado?

Antes del sueño había pensado que era una mujer con la que quizás había trabajado, pero ese beso que se había dado con ella en el sueño no podía ser inventado. Sentía que se lo había dado en algún momento y, aunque quería con todo su corazón olvidarse de eso, no podía evitar sentir como si hubiera engañado a Yuuri y la culpa lo hería sobremanera.

Mischa quería a Yuuri y no podía imaginarse otra vida en la que no estuviera él. Tenía miedo, mucho miedo de poder lastimarlo sin querer y prefería mil veces tener amnesia de por vida.

Se sintió indefenso ante el cúmulo de dudas y sentimientos que emergían dentro suyo. Quería gritar, salir corriendo para alejarse de esos recuerdos y a la vez quería que todo volviera a ser como antes de descubrir que su nombre real era Victor.

―Buenos días―Yuuri, quien se encontraba abrazado a su espalda, murmuró en su oído, causándole cosquillas a través de todo el cuerpo. Mischa sintió cómo Yuuri lo aprisionaba con más fuerza entre sus brazos, mientras le besaba un hombro.

―Buenos días―exclamó Mischa algo triste.

Yuuri notó de inmediato el desánimo atribuyendolo al hecho de que ese día regresaría al castillo. Por ello se dedicó a llenar sus hombros con muchos besos delicados que relajaron un poco al abogado.

Rendido ante el toque del chico con cabellos negros, se dio la vuelta para mirarlo frente a frente.
Este le sonrió y acarició su mejilla antes de hablar.

―Creo que podemos quedarnos media hora más aquí, ¿qué dices?

―Quisiera quedarme toda la vida mejor.

―¿Qué pasa?―exclamó Yuuri―te veo...preocupado, angustiado, no sé.

Mischa pudo haberle dicho lo que había soñado, le pudo haber contado sobre Mila, sobre aquel misterioso brindis y sobre sus dudas al respecto. Pero no tenía el valor porque él mismo no quería aceptarlo.
Por tanto, hizo lo mismo que había hecho en la noche y trató de olvidarse de todo.

―Es sólo cansancio―respondió―. Sigo con algo de dolor de cabeza, ya estaré mejor.

Yuuri conocía a Mischa. Definitivamente algo no estaba bien. Podía sentirlo dentro de su corazón. ¿Pero qué era? Le tomó el rostro con ambas manos antes de hablar.

―Amor, cualquier cosa que pase me la puedes decir. Sí lo sabes, ¿verdad?

―Sí―respondió―. Lo sé, Yuuri. No te preocupes por mi.

Ahora fue el turno de Mischa de tomar acción para tranquilizar a Yuuri. El mayordomo sentía que debía mostrarle a Yuuri cuánto lo quería, que no había nada ni nadie que pudiera cambiar eso. Por ello se acercó a él y comenzó a besarlo con dedicación, acariciando sus suaves cabellos ubicados en la nuca.
Yuuri quiso convencerse que las palabras de Mischa eran ciertas, que en verdad no había nada qué temer. Se dejó llevar por las caricias y los besos de su amado.
Estas eventualmente relajaron un poco al ingeniero, quien, al ver el esmero puesto en tal acto, trató de despejar cualquier duda de su corazón. Sin embargo, una sensación extraña se quedó muy dentro suyo, una pequeña sensación de inseguridad que quería calar lo más profundo de su ser pero prefirió ignorarla.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora