XLV: ¿Eres tú?

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La lluvia ese día parecía no querer dejar de caer en Moscú. Un menudo chofer de tez morena y su amigo de nombre Charlie se hallaban con su paraguas caminando feliz por el centro de la ciudad. Habían caminado por momentos bajo la lluvia, habían tomado un café e incluso habían terminado yendo al cine. Había sido un día muy provechoso para Phichit y, ahora, con la sonrisa agradable y la mirada profunda de Charlie perforándolo algunas sensaciones empezaron a formarse en el estómago del chofer.

Aunque no había querido aceptarlo, su anterior relación había sido pasajera, pero muy intensa. Emil y él habían terminado pegados como chicle sin poder evitarlo. Phichit se había enamorado de él casi de inmediato. Con un alma libre, Emil se había mostrado despreocupado, alegre, positivo y gracioso. Prácticamente un Phichit rubio con barba. Habían pasado las semanas más intensas que Phichit había tenido con alguien y, aunque se había dicho a sí mismo durante todo ese tiempo que era solo por un tiempo corto, lo cierto es que, al separarse de Emil, Phichit había sufrido mucho.

Emil tenía un trabajo de oficina en Serbia y había decidido ir en busca de aventura a las hermosas islas de Tailandia y con Phichit la aventura en verdad se había mantenido durante todo su viaje.

Al separarse todo había tratado de ser resuelto como adultos, así que se habían dado las rondas de sexo más ardientes que habían disfrutado en toda su vida y se habían quedado abrazados en un bungalow de techo de palma hasta el amanecer. Luego se habían besado por horas, recostados y mirándose con deseo. Y al final se habían dicho adiós.

No se habían prometido nada, ninguno intercambió números, ninguno sugirió que mantuvieran contacto. Quedó implícito que ellos serían para el otro solo un bonito recuerdo y esa idea era la que hacía que Phichit ahora se encontrara en la ciudad tratando de salir nuevamente, esperando que el corazón pudiera funcionar nuevamente con otra persona. Quizás con Charlie no iba a resultar nada más, pero Phichit se alegraba al saber que ya podía tratar de hacerlo. Se había divertido mucho con él y ahora se hallaba en dirección a su albergue para despedirse de él. Al menos habían podido verse una vez antes de su partida.

Riendo a causa de un chiste, Phichit entró al albergue emocionado y feliz al verse bajo techo de nuevo. Charlie le presentó a varios de los chicos que llevaban unos días por allí y se sentaron juntos a conversar un rato. Se formó un grupo con muchachos de varios países en el recibidor que empezó a cantar canciones en inglés, alguien consiguió vodka y pronto la fiesta se había creado. La algarabía era total. Los viajantes se encargaron de poner bocaditos, de sugerir canciones y juegos. Phichit se sintió pronto algo mareado, pero feliz. Siguió la fiesta con alegría y le escribió a Mischa diciendo que no lo esperara despierto. Todavía tenía una noche larga que disfrutar.

Chris Giacometti salió de la oficina de Gregórovitch con una cara compungida y los ojos rojos

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Chris Giacometti salió de la oficina de Gregórovitch con una cara compungida y los ojos rojos. El investigador no había permitido que se fuera hasta que no estuviera más calmado, aunque en realidad la tranquilidad ya no había vuelto después de aquella conversación.

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