LIII: Cicatrices llenas de verdad

186 33 23
                                    

Cuando Phichit y Yuuri bajaron apresurados a causa del griterío que escucharon del piso inferior, se sorprendieron al ver a Mischa en la cocina abrazando a una señora Plisetsky desconsolada. Además, la figura de Thorsten Schmidt, tirado sobre el piso desmayado, los dejó impresionados.

―Está todo bien, señora Plisetsky, no se preocupe.

Mischa acariciaba sus cabellos con suavidad y la mujer se aferraba a su chaleco con fuerza.

―¿Mischa?

La voz de Yuuri llegó a los oídos del abogado y se filtró como un bálsamo en su corazón. Levantó la mirada hacia su novio, feliz de no saberse solo en ese momento.

Sin embargo, tanto Yuuri como Phichit lo miraron con horror al verlo golpeado.

―¡Mischa! ¿Qué pasó?―la voz preocupada de Phichit hizo que la señora Plisetsky se soltara del abrazo y tratara de calmar el llanto para mostrarse a su chofer, para luego mirar a Yuuri sorprendida.

―¡Yuuri Katsuki! ¿Qu-qué haces aquí?

El ingeniero sabía que no debía mostrarse como si nada en la casa, especialmente si Mischa tampoco había informado de su llegada, pero eso no le importaba. La mejilla amoratada de su novio y la sangre seca alrededor de su nariz eran para él lo más urgente de atender.

Se acercó y, sin decir nada, ayudó a la señora Plisetsky a caminar hacia la sala.

―Venga, siéntese, señora Plisetsky, es mejor que descanse.

La mujer no se atrevió a decir más y obedeció, tratando de que su respiración regresará a ser normal. Una vez sentada en la sala la mujer dejó de ser prioridad para Yuuri. Se acercó entonces a Mischa y levantó con suavidad su barbilla para observar su rostro maltratado.

―Estoy bien, en serio. Es solo un pequeño golpe, no pasa nada.

Mischa quería dar tranquilidad a su novio, sin conseguirlo. Este volteó a mirar al cuerpo tendido en la cocina y trató de atar cabos, llenándose segundo tras segundo de rabia.

―¿Fue ese imbécil el que te golpeó?

La voz iracunda de Yuuri daba terror. Mischa no tuvo la fuerza ni las ganas para convencerlo de otra cosa y, al fin y al cabo, no debía mentirle, más si estaba molesto por amor a él. Mischa solo asintió en silencio, reclinando luego su cuerpo hacia Yuuri. Este lo acogió inmediatamente entre sus manos y lo abrazó con dulzura, sobando la espalda de su novio. Le dio más rabia darse cuenta que una de las mangas de su novio se hallaba teñida de sangre.

―Phichit, por favor fíjate si ese infeliz sigue inconsciente.

Su amigo asintió y fue hacia la cocina. Yuuri volvió a mirar el rostro castigado de su novio y lo observó con tristeza, lamentando no haber estado ahí para defenderlo.

―Mi amor, ¿Pero qué pasó?

Difícil y largo de explicar. Mischa no dijo nada, solo quería desaparecer a ese tipo y olvidarse que alguna vez había existido.

―Thorsten trató de abusar de él―dijo entonces la mujer, quien recién parecía salir del shock―, molesto porque Mischa evitó que yo firmara un contrato.

Los ojos de la señora Plisetsky volvieron a inundarse tan pronto dirigió su mirada a Mischa, ahora horrorizada al ver cómo el tipo ese lo había golpeado.

―¡Mischa, lo lamento tanto!

Las lágrimas volvieron a llenar su rostro y Mischa agradeció la sincera preocupación de su jefa.

―No se preocupe, señora Plisetsky, usted no tuvo la culpa.

―¡Voy a llamar a la policía!―exclamó desesperada―. ¡Este tipo jamás volverá a poner un pie en esta casa!

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora