XIV. Yuri Plisetsky

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De Lunes a viernes, a Mischa no le molestaba para nada su rutina.

Las obligaciones de un mayordomo de un castillo de provincia eran bastante manejables. La señora Plisetsky había dispuesto que ese mes, él se encargaría de la cocina y Yuuko de la administración de la casa, eso le daba la oportunidad de irse entrenando con Hiroko los fines de semana en las artes culinarias y en la administración del hogar.
A Mischa le parecía más fácil cocinar que dirigir a otras personas en la casa, no porque el trabajo fuera menos exigente, sino porque en la cocina él tomaba las decisiones y no tenía que lidiar con nadie. En cambio, al dirigir el trabajo de limpieza, tenía que lidiar con el personal del castillo y ellos no lo querían aceptar tan fácilmente. No le gustaban las confrontaciones y tendría que luchar mucho para hacerse escuchar entre sus compañeros de trabajo.

Tenía que levantarse muy temprano para preparar el desayuno, sus labores acababan después de las 7 de la noche. Los Plisetsky no eran de molestar y, salvo el tema de los corsés, la familia era bastante inofensiva.

La señora Plisetsky amaba a Mischa. Él había encontrado el punto exacto de fuerza que la mujer necesitaba cuando le ajustaban el corsé. Ella deliraba de placer, gritaba excitada y él terminaba más rápido ese momento incómodo que atravesaba dos y hasta tres veces por semana. Con los tapones para oídos que Phichit le había conseguido, ya hasta la experiencia no le parecía tan traumante.

El moreno siempre se burlaba de ello pero nunca lo comentaba frente a otras personas. Mischa y él se habían vuelto muy buenos amigos y conpartían varios momentos al día conversando.

El señor Nicolai, pese a la primera impresión, había resultado ser un hombre muy amable. Claro, a veces venía a inspeccionar que los alimentos no hubieran sido manipulados por algún americano, pero también lo invitaba a jugar Rummykub por las tardes y le invitaba galletitas que a veces su hija le traía. También le contaba innumerables historias de sus experiencias en la época de la guerra fría, y de cómo su padre había sido de gran ayuda a la patria acabando con todos esos zaristas oportunistas después de la revolución.

Mischa escuchaba sus historias con atención, el señor Nicolai era muy apasionado cuando las contaba, le parecía gracioso e irónico el que hablara tan fervientemente de los comunistas viviendo en un castillo, rodeado de lujo y de muchos sirvientes.

Al que parecía no poder descifrar era al joven Plisetsky, llamado también Yuri y que siempre parecía molesto con el mundo, aunque tenía chispazos de amabilidad y ternura con su familia, más con su abuelo que con su madre.

Phichit llevaba a Yuri al colegio pero jamás lo dejaba en la puerta. Le daba vergüenza ser dejado en un auto lujoso por su chofer. Caminaba un par de cuadras, solo y escuchando música con sus audífonos.
Una vez en el colegio, se unía a su grupo de amigos deportistas y se burlaban de los nerds y los pocos populares. A veces se metía en líos por encerrar en un casillero a un compañero, por bajarle el pantalón a otros y por contestarle mal a un profesor.
Su madre ya estaba cansada con la situación. Ella trataba de ser estricta con él pero no lograba que Yuri dejara de ser malcriado en el colegio.

Por las tardes, se quedaba a entrenar Hockey en la pista cercana al colegio. Sus compañeros al principio se habían burlado de su pequeño tamaño y de su rostro delicado. Por esa razón había empezado a comportarse como vándalo. De una u otra forma tenía que hacerse respetar y demostrar que era genial y retador.

Las chicas al principio lo buscaban porque se veía "lindo", para terminar apodándolo como "el presumido", nunca había querido tener alguna novia de la zona. No se le conocía gustos, salvo los estampados de leopardo y de tigre que resaltaban en sus camisetas, chaquetas y zapatillas.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora