XXXIV. Noticias

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Sentado en medio de un hermoso y moderno café, Christophe Nikiforov veía cada cierto tiempo la puerta que se encontraba a unos diez metros de él y pensaba en todo lo que había experimentado el fin de semana anterior.

No le molestaba el bullicio de la gente tanto como el par de señoras cuarentonas que se habían acercado para tomarse un par de fotos con él. Pero no haría nada para evitarlas.

Nunca le negaba nada a sus fans. Era consciente de que les debía mucho de su éxito y mostrarse disponible hacia ellos era su forma de agradecer. Incluso en ese momento en el que moría por un poco de tranquilidad.

Una semana atrás había visto a Victor, vivo, con un pasado perdido, otro nombre y otro tipo de trabajo pero feliz. Lo había visto feliz y por eso había decidido sentarse en ese café y esperar por su acompañante, que seguro no tardaría en llegar.

Una vez que sus fans se hubieran despedido de él, Chris volvió a sentarse en silencio.
Revisó sus mensajes y no encontró nada. Al menos nada de él. Esperaba que, al haberle dado su número, Victor lo contactaría de inmediato pero la realidad lo volvió a golpear. ¿Para qué le escribiría alguien que recién había conocido?

Era absurdo pensar que Mischa encontraría en él el hermano que había tenido. Mischa era en esencia el mismo chico que Chris amaba bajo el nombre de Victor pero a la vez, estaba marcado por una vida con eventos diferentes.

En su vida actual Mischa no tenía ningún hermano, no tenía una familia en realidad y por eso Chris tenía que darse cuenta que el chico no le escribiría, no sin una razón.

Agradeció que de pronto alguien lo sacara de sus pensamientos para preguntarle lo que iba a tomar. Sin pensarlo mucho revisó la carta y pidió un expresso bien cargado y una botella de agua.

Segundos después de la desaparición del mesero, alguien interrumpió nuevamente su silencio.

―¡Hola! Lamento haber demorado.

Chris levantó la mirada y se cruzó con unos ojos muy azules, una quijada angular y un traje muy fino.

―Descuida, Georgi, siéntate.

El recién llegado hizo lo que le ordenaron sin intercambiar de inmediato palabra alguna con su interlocutor. No se veían desde antes de la discusión en casa de su madre y, aunque había querido llamar a su hermano menor, no había encontrado la fuerza para ello.

Un mesero se acercó de pronto para aliviar la tensión y el abogado le pidió un café americano y unas tostadas francesas. Chris se sorprendió del desayuno ordenado.

―Anya está de viaje―explicó el mayor―, normalmente es ella quien prepara el desayuno para los dos y ahora que no está,  no tuve ánimos para ponerme a preparar algo tan temprano en la mañana.

Chris se rió levemente de tal excusa.

―Parece que vivir con Anya no está funcionando, Georgi, porque no ha cambiado tu poca habilidad en la cocina.

―Y el alejarte de la familia tampoco parece estar funcionando, Chris, porque veo que sigues con ese extraño sentido del humor que tienes.

Touché...

La sonrisa forzada otorgada por Chris hubiera satisfecho a cualquiera que no lo conociera, pero Georgi había visto lo mejor y lo peor de él durante muchos años. Aún así, no se sentía en la capacidad de profundizar mucho en los sentimientos y pensamientos del actor porque nunca habían sido tan cercanos. Siempre había sido a través de Victor que ambos se habían acercado. Georgi suspiró listo para acabar con ese incómodo silencio.

Abogado de CocinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora